domingo, 24 de enero de 2021

“Yo escogí la esclavitud” ( V I )


 

Así se intitula el libro escrito por Valentín González “El Campesino”, Editorial Maracay, Venezuela, 366 páginas, incluido “Índice”.

Como decíamos en las anteriores entregas, en ésta y sucesivas vamos a ver lo que nos dice El Campesino en este libro en los Capítulos que ya hemos indicado en la primera entrega, sobre el “paraíso comunista”, que era la base del “porvenir radiante de la Humanidad”.

En el anterior artículo comentábamos que en éste veríamos algo sobre el Capítulo V I I intitulado “La U.R.S.S., a dos dedos del colapso”, páginas 77 a 88. Escribe “El Campesino:

“No cabe duda de que ese inmenso país está gobernado por una dictadura totalitaria y policíaca en la que en general, el pueblo ruso no goza de ninguna libertad y es inmensamente desdichado”.

En otro párrafo continúa el autor:

“Cuando me evadí de la Unión Soviética hace algunos meses, yo creía todavía que París había sido destruido por los alemanes en su retirada. Esto es lo que afirmaron entonces la radio y la prensa soviética, y nunca esta información ha sido objeto de la menor rectificación. N obstante, yo creo que la verdad sobre la U.R.S.S. se abre camino muy lentamente y de manera parcial, lo cual acarrea ciertos peligros para el mundo civilizado. El telón de acero aísla por sus dos lados y cumple así la misión que dese el Kremlin”.

La propaganda del régimen antes de empezar la Segunda Guerra Mundial, era poco menos que de risa. Nos dice El Campesino en la página 79:

“Unos meses antes de estallar la guerra, Molotov afirmó muy ufano que, en el caso de verse arrastrada a la contienda con el imperialismo, la Unión Soviética estaba preparada con grandes reservas de comestibles, de armamento y de aviación para derrotar a cualquier enemigo eventual”. Decía Molotov:

“Cuando abramos el palomar soviético, las potentes águilas del camarada Stalin se extenderán por todo el mundo; nuestros aviones son los mejores y asimismo nuestra artillería es la mejor”.

Y sigue el autor:

“La amenaza iba dirigida a las potencias imperialistas, pero no a la Alemania nazy, con la que se negociaba ya el famoso pacto.

Lo cierto es que el pueblo soviético – y en primer lugar el Partido Comunista y el Konsomol -, habituados a creer en la infalibilidad del Gobierno, sentía una gran confianza ante tales afirmaciones. A los cinco días del ataque nazi, en junio de 1941, el frente ruso se vino abajo y todas las líneas quedaron rotas sin resistencia alguna.

La sorpresa y la desilusión son enormes en la masa del pueblo. Nadie se atrevía a chistar, pero los rostros y los ojos hablaban.

Los medios oficiales podían disimular apenas que confiaban sobre todo en la ayuda británica, según las promesas hechas el mismo día de la invasión por Winston Churchill.

¡La invulnerable U.R.S.S. de Stalin, ‘el infalible’, esperando su salvación principalmente del odiado imperialismo y del viejo tory Churchill!

A los tres mese de guerra se tuvo la clara impresión de que todo estaba perdido; del tercero al quinto mes, la descomposición y el caos fueron indescriptibles”.

En otro párrafo nos dice “El Campesino”:

“Los funcionarios del Partido, de la N.K.V.D., del Socorro Rojo Internacional, de las empresas, de la Komintern, ganados por el pánico, huyen sin orden ni concierto hacia el Sur y hacia el Norte. Sólo han pensado en una cosa: en apoderarse de los automóviles y de los autobuses disponibles y en llevarse todo el dinero y todos los objetos de algún valor que han podido encontrar”.

En la próxima entrega veremos los cambios de los jerarcas soviéticos, tanto de actitud como del lenguaje, ante esta desastrosa situación

Continuará.



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