sábado, 30 de enero de 2021

Recordando la Historia. “Los rojos”.


 

El 1 de mayo de 1.936, con el Frente Popular ya instalado en el poder, fue la gran manifestación y apoteosis de toda la izquierda en Madrid. La nota discordante la dieron los comunistas que acudieron uniformados y casi militarizados.

Manuel Azaña, en el último intento por evitar la guerra civil, instó a Salvador de Madariaga para que formara un nuevo gobierno.

“El señor Azaña me encargó que formara un nuevo gobierno en el que estuvieran representados todos los partidos que acataban la República, excepción hecha de Acción Popular, acusado de connivencia con los monárquicos, y del Partido Comunista”.

Como puede observarse, había dos clases de República: la del respeto, el orden y las libertades, encabezada por la Agrupación al Servicio de la República, es decir, la de los Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Gregorio Marañón, y un largo etc., y la revolucionaria. O si se quiere decir de otra manera, la República de todos y la que querían unos pocos.

Dicho esto, transcribimos una frase de un infumable pedante marxista, que escribía con un engreimiento y una vanidad también infumables y que, por supuesto, se consideraba republicano. Decía:

“Los rojos podremos ser calificados de totalitarios, estalinistas, dictadores, etc, pero nunca de fascistas” ¿Acaso todos estos conceptos, salvo pequeñas matizaciones, no son lo mismo? Además, ¿se puede verdaderamente ser republicano siendo totalitario, dictador, y sobre todo stalinista, que es lo mismo que decir que se es partidario del horror y del terror?

Se ve claramente que lo que se quería implantar era la república de unos pocos, que ya sabemos sobradamente quiénes eran.

Abundando en esto que estamos comentando, vamos a transcribir un artículo publicado en el diario ABC el día 9 de Enero de 1.993, firmado por el ex comunista Carlos Semprún Maura. Dice así:

“En 1.954, yo inicié mis actividades clandestinas antifranquistas a las órdenes del PCE en Madrid. Recuerdo con gracia mi primera cita conspirativa en un café de San Bernardo, a la que asistían Eugenio de Nora y Enrique Múgica. Pero enseguida llega 1.956, o sea, las revelaciones de Kruschev sobre los crímenes de Stalin, la sublevación obrera de Poznan (Polonia) y sobre todo la insurrección húngara. Y yo, que me encuentro en Madrid, con mis ilusiones democráticas de estar luchando contra una dictadura, me doy cuenta brutalmente que al mismo tiempo formaba parte de la organización internacional de asesinos que estaban lanzando sus tanques contra los obreros polacos y húngaros, en nombre del . . . proletariado: y ¡¡¡bajo las órdenes del propio Kruschev!!! Ya sé que muchos han rentabilizado con éxito dicha esquizofrenia pero yo no. Yo guardo una llaga abierta y para siempre, porque si no he matado a nadie, fui un momento cómplice de un partido totalitario que mató millones”. ( I )

( I ).- Fuente: hemeroteca ABC

¡Ah!, y para terminar, decir que el infumable pedante marxista que mencionamos escribió en su día un artículo defendiendo al criminal Stalin.



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