El 1 de mayo de 1.936, con el Frente Popular ya
instalado en el poder, fue la gran manifestación y apoteosis de toda la
izquierda en Madrid. La nota discordante la dieron los comunistas que acudieron
uniformados y casi militarizados.
Manuel Azaña, en el último intento por evitar la
guerra civil, instó a Salvador de Madariaga para que formara un nuevo gobierno.
“El señor Azaña me encargó que formara un
nuevo gobierno en el que estuvieran representados todos los partidos que acataban
la República, excepción hecha de Acción Popular, acusado de connivencia con los
monárquicos, y del Partido Comunista”.
Como puede observarse, había dos clases de República:
la del respeto, el orden y las libertades, encabezada por la Agrupación al
Servicio de la República, es decir, la de los Ortega y Gasset, Pérez de Ayala,
Gregorio Marañón, y un largo etc., y la revolucionaria. O si se quiere decir de
otra manera, la República de todos y la que querían unos pocos.
Dicho esto, transcribimos una frase de un infumable
pedante marxista, que escribía con un engreimiento y una vanidad también
infumables y que, por supuesto, se consideraba republicano. Decía:
“Los rojos podremos ser calificados de
totalitarios, estalinistas, dictadores, etc, pero nunca de fascistas” ¿Acaso
todos estos conceptos, salvo pequeñas matizaciones, no son lo mismo? Además,
¿se puede verdaderamente ser republicano siendo totalitario, dictador, y sobre
todo stalinista, que es lo mismo que decir que se es partidario del horror y
del terror?
Se ve claramente que lo que se quería implantar era la
república de unos pocos, que ya sabemos sobradamente quiénes eran.
Abundando en esto que estamos comentando, vamos a
transcribir un artículo publicado en el diario ABC el día 9 de Enero de 1.993,
firmado por el ex comunista Carlos Semprún Maura. Dice así:
“En 1.954, yo inicié mis actividades
clandestinas antifranquistas a las órdenes del PCE en Madrid. Recuerdo con
gracia mi primera cita conspirativa en un café de San Bernardo, a la que
asistían Eugenio de Nora y Enrique Múgica. Pero enseguida llega 1.956, o sea,
las revelaciones de Kruschev sobre los crímenes de Stalin, la sublevación
obrera de Poznan (Polonia) y sobre todo la insurrección húngara. Y yo, que me
encuentro en Madrid, con mis ilusiones democráticas de estar luchando contra
una dictadura, me doy cuenta brutalmente que al mismo tiempo formaba parte de
la organización internacional de asesinos que estaban lanzando sus tanques
contra los obreros polacos y húngaros, en nombre del . . . proletariado: y
¡¡¡bajo las órdenes del propio Kruschev!!! Ya sé que muchos han rentabilizado
con éxito dicha esquizofrenia pero yo no. Yo guardo una llaga abierta y para
siempre, porque si no he matado a nadie, fui un momento cómplice de un partido totalitario
que mató millones”. ( I )
( I ).- Fuente: hemeroteca ABC
¡Ah!, y para terminar, decir que el infumable pedante
marxista que mencionamos escribió en su día un artículo defendiendo al criminal
Stalin.
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