domingo, 4 de agosto de 2019

Adiós, señor Marx



Como es sabido, la China comunista estableció en su día una enmienda constitucional autorizando la propiedad privada, que es la antítesis del comunismo, para continuar con el auge de la economía china que había tomado medidas liberalizadoras iniciadas hace muchos años por Deng Xiaoping, en contraposición a las políticas de confiscación que había llevado a cabo Mao por los años 60 del siglo XX, dando lugar a otra hambruna gigantesca, provocada por los experimentos sociales del Gran Reformador Agrario.

Esta protección a la propiedad privada tendrá como consecuencias inmediatas atraer inversiones, fomentar el ahorro, aumentar la productividad, crear más empleo, etc. No en vano el crecimiento económico de la China actual es del orden del  6,6, aunque tal crecimiento es el más bajo de los últimos 30 años.

Para el economista Ramón Tamames (ver su obra “China: la cuarta revolución”, Editorial Alianza, Madrid 2001), China se encuentra ante su cuarta revolución, que está llevando al país asiático a la sustitución de la planificación central, por una serie de medidas liberalizadoras con potenciación y protección de la empresa privada, y al ingreso de China en la OMC (Organización Mundial del Comercio), cosa que ocurrió en diciembre de 2001.

Según manifestaciones del jefe de la Comisión de Administración y Supervisión del Sector Público, Li Rongrong, “las empresas públicas en números rojos, que aún están funcionando, serán cerradas sin remisión”, lo que llevará al gobierno chino a cerrar 2.500 empresas públicas con 5 millones de trabajadores. Recordar también que entre 1.994 y 2.002 han cerrado más de 3.000 empresas públicas, y que desde 1.998 se han despedido 28 millones de trabajadores del sector público.

El adiós al judío Marx parece definitivo, aunque hay por ahí pintadas de los fumadores de opio en las que se lee “Marx vive”.



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