Este fue
otro de los nefastos personajes de aquella República que, como otros que ya
hemos comentado, murió como católico pidiendo perdón a Dios de sus actos, dato
este que hoy no se comenta, e incluso se niega. Estando en la prisión
provincial de Sevilla, escribía el 4 de julio de 1937:
“Como públicos ha sido mis ataques a la
Santa Madre Iglesia y a su ministerio, ataques lanzados por mi desde la prensa
y la tribuna pública, quiero que sea mi retractación justo castigo a un pasado
el cual detesto, si bien en la penitencia he encontrado saber morir en paz de
religión, de salud espiritual y de bienaventuranza. Son muchas las ofensas por
mi cometida contra las autoridades legítimas de Dios en la tierra. A todas
ellas les pido perdón y con el perdón la bendición que me redima en la vida y
en la muerte del pasado, harto agitado para la paz del espíritu y la salud del
alma, que solo se puede encontrar abrazando como abrazo la verdadera religión,
que no es otra que la de Jesucristo a quien ofrezco mis actos en el porvenir,
redimido por su divina voluntad en mi pasado. Así sea”.
Como ya sabrán, Agapito
estaba involucrado en las checas que había en Madrid en aquellos tiempos.
Posteriormente, y cuando empezaba la batalla de Madrid, huyó, al igual que
muchos.
Cuando estalló la Guerra Civil, creó
en Madrid lo que se denominó “ Brigada
de Investigación Criminal”, que pomposamente se las llamaba también “Milicias
Populares de Investigación”, cometiendo todo tipo de delitos, incluso asesinatos,
sin que las autoridades republicanas dijeran ni pío.
Quizá las brigadas más conocidas fueron “La Escuadrilla del Amanecer” y
la de “Los linces de la República”. El grado de maldad, de
barbarie y de crueldad, era demencial, aunque estaban muy por debajo de la
brigada de García Atadell, brigada esta que actuó en Madrid de agosto a
noviembre de 1936.
La brigada de Atadell, contaba con la aquiescencia y
anuencia de la Agrupación Socialista Madrileta, así como también de los
parlamentarios del PSOE. Como ya saben, los “historieteros” izquirdistas, y
algún que otro pedante infumable marxista, decían, y dicen, que los crímenes y
desmanes eran obra de “incontrolados”. Mentira cochina. Veamos.
Anastasio Gracia Villarrubia, socialista y ministro en
el gobierno de Largo Caballero, y diputado entre 1931 y 1939, visitaba la
checa de Atadell para alentar a sus
miembros en el cometido de sus actos ¿Acaso Anastasio era también un
“incontrolado”? Ni qué decir tiene que este sujeto, como no podía ser de otra
manera, huyó a Méjico, en donde murió. Curiosamente,
huyó porque, entre otras cosas, estaba perseguido por la FAI y por el PC.
Atadell escribió una carta a su amigo Indalecio Prieto
en julio de 1937 en la que decía, entre otras cosas, que ya no era socialista y
que moría siendo católico.
Recordar que el ovetense Indalecio Prieto Tuero que
fue, entre otras cosas, patrocinador e impulsor de la Revolución de Asturias,
también murió católico.
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