martes, 20 de agosto de 2019

La cruzada



Cuando se aproximan las elecciones, la izquierda recurre a la más pura demagogia propia de dictadores e intransigentes. Así, por ejemplo, se empiezan a crear enemigos por todas partes, la mayoría de las veces imaginarios, para movilizar a sus simpatizantes para luchar contra los citados enemigos, a la vez que se persigue que el “pueblo soberano” deje de prestar atención a los verdaderos problemas.

Se ponen en funcionamiento los "mass-media" más ad hoc al régimen, con sus voceros y sus coros mediáticos, para demonizar a la oposición.

Cuando esto ocurre, y como siempre, estas baterías mediáticas están centradas contra la derecha y contra la Iglesia, la católica, claro. Contra el Islam, ni pío. Así, hemos leído en su día en un periódico que los obispos estaban preparando su cruzada para que la gente vote a la derecha. Como en los mejores tiempos de los años 30 del siglo pasado.

Los obispos no preparaban, ni preparan, ninguna cruzada en favor de nadie, ya que han dicho, por ejemplo, que si una sociedad quiere ser verdaderamente libre no puede reconocer, tanto de forma implícita como explícita, la existencia de una banda terrorista  o de separatismos que, de forma subliminal y callada, está tomando posiciones en ya sabemos dónde, además de convertirse en un interlocutor válido. Esto no es fomentar ninguna cruzada.

Los que verdaderamente están haciendo cruzada, pero en el sentido inverso, son ellos. Ahí están sus amenazas contra el PP, VOX, CIUDADANOS, etc.

Lo que le sucede a esta gente de izquierdas es que se vuelven catatónicos al comprobar que el pueblo ya no les cree, pues sus mentiras, engaños y embelecos que han vertido, y siguen vertiendo, durante estos últimos años, han quedado al descubierto. Pero es igual, hay que cerrar filas y aliarse con el diablo si fuera preciso, como diría Winston Churchill.


Luego vienen los insultos de este hatajo de fámulos de lo políticamente correcto contra las personas que no comulgamos con sus ideas. Este cúmulo de insultos, e incluso de agresiones, no son buenos para la convivencia pacífica de los españoles.

No se dan cuenta estos del “agitprop” que las diferencias políticas hay que defenderlas con argumentos y no con insultos. Además, estos progres de salón, de pesca submarina, de lujosas viviendas y de suntuosos chalets, de “volvos” y “bemeuves”,  tampoco se dan cuenta de que, en realidad, con sus insultos no hacen más que dar la razón al insultado.

El necio, el badulaque, el truchimán, el barbián, etc, tiene en el insulto su arma porque le evita el engorro de tener que argumentar, cosa que para la cual no está preparado. Además, cuando insulta, no se da cuenta de que lo que dice ya está hábilmente diseñado y precocinado.

En fin, este tipo de gente, emboscándose cobardemente muchas veces en el anonimato, se creen que insultan, pero en realidad lo que hacen son defecaciones mentales que ni los propios australopitecus y pitecamtropos serían capaces de proferir.

Hay también otro tipo de insulto: el que se hace a la inteligencia humana. Es el que profieren guiñapos intelectuales de corte marxista-leninista-gramsciano que, pluma en ristre, siembran el odio, el rencor y el resentimiento explicando “científicamente” todo el acontecer humano.


En fin, el insulto es el arma del bruto, del estulto, del ignorante, ya que es incapaz no sólo de dialogar, sino de razonar. Su fanatismo ideológico se lo impide. Como decía Diógenes, “el insulto deshonra al que lo infiere, no a quien lo recibe”.



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