Cuando se aproximan las elecciones, la izquierda
recurre a la más pura demagogia propia de dictadores e intransigentes. Así, por
ejemplo, se empiezan a crear enemigos por todas partes, la mayoría de las veces
imaginarios, para movilizar a sus simpatizantes para luchar contra los citados
enemigos, a la vez que se persigue que el “pueblo soberano” deje de prestar
atención a los verdaderos problemas.
Se ponen en funcionamiento los "mass-media"
más ad hoc al régimen, con sus voceros y sus coros mediáticos, para demonizar a
la oposición.
Cuando esto ocurre, y como siempre, estas baterías
mediáticas están centradas contra la derecha y contra la Iglesia, la católica,
claro. Contra el Islam, ni pío. Así, hemos leído en su día en un periódico que
los obispos estaban preparando su cruzada para que la gente vote a la derecha.
Como en los mejores tiempos de los años 30 del siglo pasado.
Los obispos no preparaban, ni preparan, ninguna
cruzada en favor de nadie, ya que han dicho, por ejemplo, que si una sociedad
quiere ser verdaderamente libre no puede reconocer, tanto de forma implícita
como explícita, la existencia de una banda terrorista o de separatismos que, de forma subliminal y
callada, está tomando posiciones en ya sabemos dónde, además de convertirse en
un interlocutor válido. Esto no es fomentar ninguna cruzada.
Los que verdaderamente están haciendo cruzada, pero en
el sentido inverso, son ellos. Ahí están sus amenazas contra el PP, VOX,
CIUDADANOS, etc.
Lo que le sucede a esta gente de izquierdas es que se
vuelven catatónicos al comprobar que el pueblo ya no les cree, pues sus
mentiras, engaños y embelecos que han vertido, y siguen vertiendo, durante
estos últimos años, han quedado al descubierto. Pero es igual, hay que cerrar
filas y aliarse con el diablo si fuera preciso, como diría Winston Churchill.
Luego vienen los insultos de este hatajo de fámulos de
lo políticamente correcto contra las personas que no comulgamos con sus ideas.
Este cúmulo de insultos, e incluso de agresiones, no son buenos para la
convivencia pacífica de los españoles.
El necio, el badulaque, el truchimán, el barbián, etc, tiene en el insulto su arma porque le evita el engorro de tener que argumentar, cosa que para la cual no está preparado. Además, cuando insulta, no se da cuenta de que lo que dice ya está hábilmente diseñado y precocinado.
En fin, este tipo de gente, emboscándose cobardemente muchas veces en el anonimato, se creen que insultan, pero en realidad lo que hacen son defecaciones mentales que ni los propios australopitecus y pitecamtropos serían capaces de proferir.
Hay también otro tipo de insulto: el que se hace a la inteligencia humana. Es el que profieren guiñapos intelectuales de corte marxista-leninista-gramsciano que, pluma en ristre, siembran el odio, el rencor y el resentimiento explicando “científicamente” todo el acontecer humano.
En fin, el insulto es el arma del bruto, del estulto, del ignorante, ya que es incapaz no sólo de dialogar, sino de razonar. Su fanatismo ideológico se lo impide. Como decía Diógenes, “el insulto deshonra al que lo infiere, no a quien lo recibe”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario