En el aspecto crematístico había miles de millones de
dólares en bancos suizos y americanos robados y sin ningún justificante.
Había
también miles y miles de españoles muriéndose de hambre en los campos de
concentración franceses y en las arenas de Argelés. Sin embargo, Negrín no
entregó ni una peseta para socorrerlos.
Obligó a miles de españoles a luchar “hasta el final”,
pero sin embargo, desde 1937 estaba intentando pactar con Franco, según confesó
a su amigo Araquistain. A tal efecto, se desplazó a Zurich con la disculpa de
asistir a un congreso de fisiología. La realidad era que iba a entrevistarse
con un representante de Hitler, el conde Welczek, para que el Führer presionase
a Franco para terminar la guerra.
A partir de ese momento los republicanos quedaron
divididos en dos bandos irreconciliables: por una lado estaban Companys y
Azaña, que querían negociar la paz con mediación francobritánica. Del otro lado
estaban Negrín y los comunistas, que querían alargar la guerra hasta una
eventual contienda europea.
“En
honor a la verdad, es necesario añadir que la ayuda rusa estuvo siempre muy por
debajo del precio que se pagó por ella. Porque tras los envíos rusos – de
calidad mala o mediocre, y condicionados siempre, en cuanto a número, a las
alternativas de la política interna española – está el escandaloso affaire de las reservas de oro sepultadas en Rusia
por iniciativa de Negrín”.
Continuará.
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