martes, 10 de abril de 2018

La política honesta



Las personas humanas (perdón por la expresión, pues las hay que son inhumanas) normalmente constituidas,   están dotadas de inteligencia que, obviamente, no en todas es igual.  Dicha inteligencia debería emplearse, entre otras cosas, par a formular juicios, conceptos y opiniones correctas.

Pero hete aquí  que en este asunto para la formulación correcta de lo que antes decíamos, no hay nadie, salvo honrosísimas excepciones,  que lo haga prescindiendo de sus prejuicios políticos. Y así nos luce el pelo pues, sencilla y llanamente, los políticos y la política sólo miran por sus intereses, obstaculizando, obstruyendo, lesionado y marginando la verdad.

Lo curioso del caso es oir a estos “políticos” hablar y hablar de temas de los que no saben ni media palabra. Y además lo hacen con una inerrancia propia de la más pura pedantería, soberbia y prepotencia.

El verdadero político, si es que hay alguno, tiene que defender una política honesta, y sobre todo tiene que defender la verdad, sin partidismos. Decía Pío XII en setiembre de 1.957 en su Carta Encíclica “Miranda Prorsus”, lo siguiente:

"Servir a la verdad significa no sólo evitar y apartarse de la falsedad y engaño, sino también de aquellas actitudes tendenciosas y parciales que podrían fomentar conceptos erróneos de la vida y del comportamiento de los  hombres”.





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