viernes, 20 de abril de 2018

“Mi fe se perdió en Moscú” ( I V )



Así se intitula el libro de Enrique Castro Delgado, Ediciones Luis de Caralt, agosto 1964, 390 páginas incluido Índice.

Someramente diremos que el autor fue un componente muy activo del PCE, siendo el primer comandante del V Regimiento. También fue director general de la Reforma Agraria. Cuando terminó la Guerra Civil española, se marchó a la URSS, regresando a España, permaneciendo aquí hasta su muerte en 1964. Su regreso estuvo motivado por el desencanto de lo que vio en la Unión Soviética, al igual que otros muchos que tuvieron los dídimos suficientes de decirlo.

Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos  lo que nos dice Enrique Castro Delgado sobre la cuota mensual que pagaban los emigrados españoles, así como los trabajadores rusos, que servía “para alimentar a un enorme pulpo burocrático”. En la página 98 se lee:

“Bogdanov sigue siendo el Presidente del Socorro Rojo Internacional . . .

Entre los emigrados españoles se ha establecido por el Partido Comunista de España una cuota mensual, de acuerdo con el salario, para atender a nuestros camaradas, en la medida de lo posible, sin necesidad de recurrir al camarada Bogdanov.
Para establecer esta cuota hemos necesitado la autorización del Comité Central del Partido Bolchevique. La famosa Cruz Roja del movimiento revolucionario mundial de que hablara Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista, se ha quedado reducida en la Unión Soviética a esto: un local; un Comité Ejecutivo, con Bogdanov y Pieck a la cabeza; y una cuto mensual de millones de trabajadores rusos, que al parecer, sirve para alimentar a un enorme pulpo burocrático”.

En las páginas 99 y 100 se comenta las condiciones de miseria en que vivían los emigrados españoles que trabajaban en la fábrica de tractores “Hoz y Martillo”, manifestando uno en una reunión que habían tenido, que “se acerca el invierno, camaradas, y no tenemos ropa ¿Es que el Socorro Rojo no puede ayudarnos?”

Ante esta afirmación, un emigrado húngaro que estuvo en las Brigadas Internacionales y que a la sazón era ayudante del jerarca Soviético Svhernik, dijo:

“Camaradas . . . Aquí no se puede estar hablando de pequeñas cosas. Ustedes deben concretarse a decir qué trabajo realizan, qué categoría tienen y cuánto ganan y no venir a hacer discursos”.
En fin, sin comentarios.


En la próxima entrega veremos la impresión que le causó el funcionamiento de las fábricas soviéticas a Enrique Castro Delgado, impresión que hizo derrumbarse su fe en el comunismo.
Continuará.

Nota.- Lo destacado en rojo es nuestro.



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