Así se intitula el libro de
Enrique Castro Delgado, Ediciones Luis de Caralt, agosto 1964, 390 páginas
incluido Índice.
Someramente diremos que el autor fue un
componente muy activo del PCE, siendo el primer comandante del V Regimiento.
También fue director general de la Reforma Agraria. Cuando terminó la Guerra
Civil española, se marchó a la URSS, regresando a España, permaneciendo aquí
hasta su muerte en 1964. Su regreso estuvo motivado por el desencanto de lo que
vio en la Unión Soviética, al igual que otros muchos que tuvieron los dídimos
suficientes de decirlo.
Como decíamos en la anterior entrega, en
ésta veremos lo que nos dice Enrique
Castro Delgado sobre la cuota mensual que pagaban los emigrados españoles, así
como los trabajadores rusos, que servía “para alimentar a un enorme pulpo burocrático”. En
la página 98 se lee:
“Bogdanov
sigue siendo el Presidente del Socorro Rojo Internacional . . .
Entre
los emigrados españoles se ha establecido por el Partido Comunista de España
una cuota mensual, de acuerdo con el salario, para atender a nuestros
camaradas, en la medida de lo posible, sin necesidad de recurrir al camarada
Bogdanov.
Para
establecer esta cuota hemos necesitado la autorización del Comité Central del
Partido Bolchevique. La famosa Cruz Roja del movimiento revolucionario mundial
de que hablara Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista, se ha
quedado reducida en la Unión Soviética a esto: un local; un Comité Ejecutivo,
con Bogdanov y Pieck a la cabeza; y una cuto mensual de millones de
trabajadores rusos, que al parecer, sirve para
alimentar a un enorme pulpo burocrático”.
En las páginas 99 y 100 se comenta las
condiciones de miseria en que vivían los emigrados españoles que trabajaban en
la fábrica de tractores “Hoz y Martillo”, manifestando uno en una reunión que
habían tenido, que “se acerca el
invierno, camaradas, y no tenemos ropa ¿Es que el Socorro Rojo no puede
ayudarnos?”
Ante esta afirmación, un emigrado húngaro
que estuvo en las Brigadas Internacionales y que a la sazón era ayudante del
jerarca Soviético Svhernik, dijo:
“Camaradas
. . . Aquí no se puede estar hablando de pequeñas cosas. Ustedes deben
concretarse a decir qué trabajo realizan, qué categoría tienen y cuánto ganan y
no venir a hacer discursos”.
En fin, sin comentarios.
En la próxima entrega veremos la impresión
que le causó el funcionamiento de las fábricas soviéticas a Enrique Castro
Delgado, impresión que hizo derrumbarse su fe en el comunismo.
Continuará.
Nota.- Lo destacado en rojo es nuestro.
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