Como ya saben, tal día como hoy 14 de abril, pero de 1931, se proclamaba, después de unas falsas y manipuladas elecciones, la Segunda República española, siendo recibida por el pueblo con alegría, vítores, aplausos y mucha algarabía.
Lo que no sabía ese pueblo era las nefastas consecuencias que iba a traer tal proclamación, ya que en la trastienda se estaban maquinando cosas y asuntos que nada tenían que ver con una auténtica República de libertades, respeto y orden. La obsesión antirreligiosa ya se puso de manifiesto al mes siguiente, comenzando aparecer sujetos y “sujetas” manejadas por la URSS del criminal Stalin que utilizaban todo tipo de populismo, demagogia, logomaquia, galimatías, calambures y propaganda, tratando de imponer de forma subliminal, enmascarada y truculenta, la doctrina marxista, hablando constantemente de las excelencias del comunismo que, en el fondo, fue el culpable del fracaso de la República.
El fracaso estaba servido, aunque el “pueblo soberano” de esto no se daba cuenta, ya que creían el “porvenir radiante de la Humanidad”, y que la culpa de todos los males la tenían el capitalismo y la “Infame”.
Como no podía ser de otra manera, el envenenamiento, el odio, los enfrentamientos, la crispación (que en el fondo eran lo que buscaban los de la internacional de la mentira, del odio y del terror), estaban a la orden del día. Para esto contaban con los Carrillo, Pasionaria, José Díaz, Largo Caballero, Negrín, etc, etc, y los “asesores” soviéticos.
Estos sujetos hablaban constantemente al “pueblo soberano” de “libertades políticas y dignidad individual”. Pero de la bota, del bozal, del grillete, del oír, ver y callar, así como el uso del terror, del engaño, del embeleco y de la mentira de los regímenes comunistas, no decía ni mu.
Mucho hablar de la “clase obrera”, pero los dirigentes de la “famélica legión” no fueron en absoluto proletarios, sino unos auténticos burócratas de la política. Los casos más paradigmáticos de esta burocracia son los de Marx, Engels, Lenin, Fidel Castro y un largo etc.
Sobre el derrumbe de la República, próximamente comentaremos algo sobre el libro “Por qué fracasó la I I República? Historia documentada de sus errores”, autor José Antonio Navarro Gisbert, Editorial αltera 2007, 701 páginas con Índice Onomástico incluido.
Y sobre la admiración que se tenía en aquella República por la URSS, también comentaremos próximamente el libro “Mi fe se perdió en Moscú”, escrito por Enrique Castro Delgado (miembro y componente activo del PCE), Ediciones Luis de Caralt 1964, 390 páginas con índice incluido.
El fracaso estaba servido, aunque el “pueblo soberano” de esto no se daba cuenta, ya que creían el “porvenir radiante de la Humanidad”, y que la culpa de todos los males la tenían el capitalismo y la “Infame”.
Como no podía ser de otra manera, el envenenamiento, el odio, los enfrentamientos, la crispación (que en el fondo eran lo que buscaban los de la internacional de la mentira, del odio y del terror), estaban a la orden del día. Para esto contaban con los Carrillo, Pasionaria, José Díaz, Largo Caballero, Negrín, etc, etc, y los “asesores” soviéticos.
Estos sujetos hablaban constantemente al “pueblo soberano” de “libertades políticas y dignidad individual”. Pero de la bota, del bozal, del grillete, del oír, ver y callar, así como el uso del terror, del engaño, del embeleco y de la mentira de los regímenes comunistas, no decía ni mu.
Mucho hablar de la “clase obrera”, pero los dirigentes de la “famélica legión” no fueron en absoluto proletarios, sino unos auténticos burócratas de la política. Los casos más paradigmáticos de esta burocracia son los de Marx, Engels, Lenin, Fidel Castro y un largo etc.
Sobre el derrumbe de la República, próximamente comentaremos algo sobre el libro “Por qué fracasó la I I República? Historia documentada de sus errores”, autor José Antonio Navarro Gisbert, Editorial αltera 2007, 701 páginas con Índice Onomástico incluido.
Y sobre la admiración que se tenía en aquella República por la URSS, también comentaremos próximamente el libro “Mi fe se perdió en Moscú”, escrito por Enrique Castro Delgado (miembro y componente activo del PCE), Ediciones Luis de Caralt 1964, 390 páginas con índice incluido.
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