El título completo del libro
es “¿Por qué fracasó la II República?.
Historia documentada de sus errores”, autor José Antonio Navarro Gisbert, Ediciones αltera S.L., 2005, 689 páginas, prologado por Stanley
G. Payne y epilogado por Angel Maestro. Dichos errores fueron de Azaña, Largo Caballero, Companys, Prieto,
Carrillo, etc. También tuvo mucho que ver la intervención comunista.
Así, en la página 466 hay un
capítulo intitulado “La participación
comunista en el Frente Popular”. Se comenta que José Díaz propone emular la
“gloria de Asturias”, proponiendo a
ésta como ejemplo a seguir en los próximos días. Y afirma este hombre:
“Pero si hubiera alguna duda, por si las campañas de
los enemigos de la URSS
prendieran en alguien, y pensaran que tienen razón los cínicos que nos acusan
de reformismo, ¡a nosotros!, ¡a los comunistas que cogemos las armas y regamos
nuestra sangre los primeros en todos los movimientos, ¡a los que luchan como
Juan José Manso, como Simón Díaz, como Aida Lafuente!, ¡a los que derrocaron al
capitalismo en la sexta parte del mundo y edifican el socialismo, a los que
llevan adelante la revolución en China, donde organizan a cientos de millones
de habitantes en soviets. . . Y decía
que para demostrar las tonterías y los embustes de esa gente voy a leer lo que
a este respecto decía Lenin, el genio de la revolución . . .”
La verdad es que viendo esto,
uno se echa las manos a la cabeza ¿Qué tendrían que ver Lenin, personaje
monstruoso, y el comunismo, régimen dictatorial, con la República que
preconizaban los Marañón, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Unamuno, etc, etc,
que era la verdadera República, es decir, la del respeto, la libertad y el
orden? Pues sencillamente, nada.
En la página 554, hay una
declaraciones de Fernando Bosque, a la sazón gobernador civil de Oviedo. Decía:
“He nombrados delegados del Frente popular en toda
Asturias, los cuales realizan batidas antifascistas con buen resultado: meten
en la cárcel a curas, médicos, secretarios de ayuntamiento y al que sea.
Cumplen admirablemente su cometido. Algunos de los delegados son comunistas . .
. El de Teverga tiene en la cárcel al telegrafista y al secretario judicial; al
primero le hace atender por el día el servicio telegráfico y por la noche lo
encarcela. Entre los detenidos figuran dos canónigos de Covadonga”.
Sin comentarios.
Otro de los personajes
nefastos de aquella república fue Alejandro Lerroux. Famoso es su alocución
frente a sus “jóvenes bárbaros”:
“Hay que entrar a saco en la civilización decadente y
miserable de este país sin ventura; hay que destruir los templos y acabar con
sus dioses; hay que alzar el velo de las novicias y elevarlas a la categoría de
madres para virilizar la especie; hay que penetrar en los registros de la propiedad
y hacer hoguera con sus papeles, para que el fuego purifique la infame
organización social; hay que entrar en los hogares humildes y levantar legiones
de proletarios, para que el mundo tiemble ante sus jueces despiertos . . No es
ni ante los sepulcros ni ante los hogares. Hay que destruir la Iglesia. . . Hay que
luchar, morir, matar”.
Palabras terribles e
incoherentes de este “burgués enriquecido” y “emperador del Paralelo”. No en
vano decía Unamuno que Lerroux “era un
republicano para que los demás dejaran de serlo”. (Página 19).
Por otra parte, y como
ocurrió con muchos líderes republicanos anticlericales, “murió con las botas puestas”, es decir, envuelto en un hábito
religioso. Arrepentidos quiere Dios.
Otro personaje nefasto fue
Largo Caballero, que de demócrata y republicano no tenía absolutamente nada.
Así, en un mitin en el teatro Walkiria decía:
“Con los elementos republicanos no se puede tratar. Si
la masa obrera se une, no necesitamos de nadie más para triunfar. Ya pueden
aumentar la Guardia Civil
y la Guardia
de Asalto”. (Página 253).
El caos era tal, que la
acción de las masas se imponía a la acción del Gobierno, quedando éste
totalmente desbordado. El historiador socialista Ramos Oliveira, dice lo
siguiente (página 534):
“Crucificado en la tabla de la ley constitucional, el
Gobierno de la República
reconquistada asistió enseguida a otras saturnales de la libertad.
En las ciudades ardían otra vez conventos e iglesias,
se propagaban las huelgas violentas y se acometían a tiros las facciones
políticas, a veces dentro de un mismo partido o en el seno de la clase
trabajadora.
Los diputados
se injuriaban y se agredían de obra; cada sesión era un tumulto continuo; y
como casi todos los representantes, cabales representantes, de la nación iban armados, podía temerse
cualquier tarde una catástrofe. En vista de la frecuencia con que se exhibían o
insinuaban las armas de fuego, se adoptó la denigrante precaución de cachear a
los legisladores a la entrada. Superfluo es anotar que la exaltación de los
espíritus condenaba al Parlamento a esterilidad absoluta”.
Interesantísimo es el Capítulo
V I I intitulado “La campaña electoral”
en el que se ve, entre tras cosas las monstruosidades que proponía la FAI-CNT.
Recomendamos leerlo.
En fin, y como siempre, libro
recomendado para los de la banda de la “recuperación de la memoria histórica”.
A ver si aprenden un poco.
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