Supongamos un colectivo, por llamarlo de alguna manera, que se dedica a cometer todo tipo de delitos y fechorías, tales como hurtos, robos, estafas, chantajes, timos, etc.
Es evidente que si los miembros de ese colectivo quieren seguir como tales, tendrán que acatar un mínimo de normas o principios, como sería por ejemplo, el de no robarse entre ellos. Por lo menos dejarían de ser ladrones con sus colegas. Es decir, que si no se cumple esto, tales sujetos serían expulsados o eliminados por sus propios compañeros por no acatar ese principio o norma ético-moral: hasta para ser un delincuente hay que respetar ciertos principios, normas o reglas.
Si esto se cumple con personajes de baja estofa, ¿qué no harán las personas normales, encargadas y responsables de negocios, instituciones y gobiernos? Se supone que lo harán mejor y que respetarán al máximo las normas y principios. Pero, claro, esto es sólo suposición porque en esta destrozada España nada se cumple, a no ser el “programa máximo”.
En una auténtica democracia, tanto la palabra como los compromisos adquiridos, son las bases para que la sociedad prospere bajo un verdadero estado de derecho. No puede haber desarrollo, tanto social como económico, si antes no se han creado “verdaderos” órganos jurídicos que acrediten y respalden todo tipo de libertades y obligaciones: desde el derecho a la propiedad, pasando por la libertad de intercambio, hasta la obligación de cumplir las promesas, los pactos y los acuerdos.
El socialismo es precisamente todo lo contrario a esto que hemos dicho. El embaucar, engañar, mentir, prometer y no cumplir, falsificar, mentir, etc, son algunas de las características de este sistema porque, como ya es sabido, el fin justifica los medios. Y el fin no es otro que la aplicación del “programa máximo”.
Para conseguir esto, se recurre a cualquier cosa, siendo la principal el distraer al pueblo con la colaboración de los “mass-media” que, salvo poquísimas excepciones, son auténticos lameculos del poder.
Estos “mass-media” gubernamentales nos ocultan, por ejemplo, que nuestra política exterior no existe aunque, oiga, a los mejor con los de la “alianza de civilizaciones” y con otros dictadores bananeros, sí existe. La citada política exterior con las auténticas democracias parece haberse esfumado: los desplantes y portazos están a la orden del día.
¿Qué ha traído todo esto como consecuencia? Pues lo que estamos viendo: una desastrosa situación económica, descenso de las inversiones, disminución alarmante de las exportaciones, y lo que es peor, el despilfarro manirroto.
Otro asunto grave es el de la inmigración masiva, que ha traído delincuencia y mafias de droga y prostitución. En una palabra y para resumir: a España le están dando por retambufa.
¡Ah!, y perdonen por usar esta última palabra que no viene el diccionario de la RAE. Pero como ahora ni se limpia, ni se fija y ni se da esplendor . . .
¡Ah!, sobre esta palabra retambufa, transcribimos parte un artículo insertado en este blog con fecha 18 de febrero de 2017:
La palabra retambufa ya la usó el genial D. Jaime de Campmany en
un artículo publicado el 21-6-2003 en ABC intitulado “Orgullo gay”, con motivo
de la broma telefónica que le gastaron al tirano Fidel Castro en su día, broma
que terminó con los insultos del citado tirano llamando al interlocutor
bromista, entre otras cosas, “mariconsón”. Dice D. Jaime en el citado artículo:
“Espero con impaciencia la actitud digna y la reacción airada del concejal mariconzón Pedro Zerolo y del candidato Mendiluce, no menos que el otro. Que salgan manifestaciones multitudinarias de «mariconzones» con pancartas, eslóganes y pareados contra Fidel Castro. Por ejemplo: «Fidel, aprieta el rabel», «Comandante, por detrás lo de delante», «Si Castro bufa, por retambufa», «Con Castro, al camastro», «Fidel, tirano, libertad para el ano», «Castro, carcelero, libertad para el chapero», «En Cuba, al baranda, el culo como zaranda», y así. Mariconzones de todos los países: uníos contra Fidel, y duro con él. Ha repudiado a la clase”
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