No nos estamos refiriendo aquí a la película de Stanlaley Kramer sobre el juicio de Nüremberg, intitulada "Vencedores o vencidos", sino a la consideración que hacen los políticos antes o después de unas lecciones, sean locales, autonómicas o nacionales. Nosotros creemos que lo que debería decirse es que habrá o hubo ganadores o perdedores. Lo de vencedores o vencidos serían calificativos propios de una guerra o una batalla, salvo que las elecciones se tomen como tales, cosa que algunos partidos así consideran porque lo venden como una “pelea”.
Y es que el en el lenguaje político está todo permitido: se calumnia, se descalifica, se insulta, se mofa y se veja al contrario con tal de conseguir el voto y se emplea un vocabulario semántico muy ad hoc con el manual del agitprop y el panel ideológico. Así, si gana las elecciones un partido que no es de los “nuestros”, sea liberal, de derechas o centro-derecha, se dice que tal triunfo es una “deshonra”, o que va contra los intereses del pueblo e incluso que va contra lo evidente.
También se recurre a algo curioso: si se suman los votos de aquí y de acullá, “hemos ganado las elecciones”.
La estrategia de los partidos de izquierda está sobradamente definida: se valieron y se valdrán siempre de todo con tal de que el "enemigo" no gane las elecciones, mejor dicho, las votaciones. Y para ello recurren a todo: desde el radicalismo, pasando por el vandalismo urbano, hasta al pacto con partidos nacionalistas que se aprovechan del río revuelto para ganar alguna representatividad.
Pero, claro, esta gente no sabe perder. Su frenopatía y su calígine mental les hacen sembrar todo tipo de rencores, odios, resentimientos y revanchismos.
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