martes, 17 de abril de 2018

“Mi fe se perdió en Moscú” ( I )



Así se intitula el libro de Enrique Castro Delgado, Ediciones Luis de Caralt, agosto 1964, 390 páginas incluido Índice.

Someramente diremos que el autor fue un componente muy activo del PCE, siendo el primer comandante del V Regimiento. También fue director general de la Reforma Agraria. Cuando terminó la Guerra Civil española, se marchó a la URSS, regresando a España, permaneciendo aquí hasta su muerte en 1964. Su regreso estuvo motivado por el desencanto de lo que vio en la Unión Soviética, al igual que otros muchos que tuvieron los dídimos suficientes de decirlo.

Este es otro libro que no se ve por las librerías y que los “historieteros” ignoran  a sabiendas. En él nos cuenta el autor los terribles seis años que vivió en Moscú desde 1939, hasta que fue trasladado a Méjico.  Para su mujer, Esperanza, la URSS no era más que un gigantesco campo de concentración con metro, tranvías y trolebuses.

Este libro es la segunda parte de otro del mismo autor intitulado “Hombres made in Moscú” (comentado en este blog en noviembre de 2017) Aquí, entre otras cosas, se desmontan todas las mentiras que se vertieron, y aún se vierten, sobre la desaparecida URSS: que era una arcadia de justicia social y de libertades políticas, amén de un paraíso.

El libro está dividido en tres partes, siendo la mejor,  nuestro modesto juicio, la segunda, páginas 235 a 271, intitulada “La guerra comienza”, con los apartados “1941.- La defensa de un fantasma: el socialismo”; “1942.- La muerte soviética” y “1943.- La Komintern se prepara para la posguerra”. Nos cuenta Castro Delgado en las páginas 252 y 253 lo siguiente:

Yo no sabía que existiera un señor que se llama King y que es corresponsal de la agencia Reuter en Moscú. Como también ignoraba que existiera otro señor que se llama Cassidy y que es corresponsal, en Moscú,  de la Agencia Americana Associated Press. No es que ignoraba que tales agencias existieran. Es que no he acertado nunca a comprender el por qué a todas estas agencias les es necesario tener corresponsales en la Unión Soviética , cuando es de dominio público que no pueden hacer otra cosa que transmitir las informaciones que una veces da el Buró de Información Soviética a través de ‘Pravda’, ‘Izvestia’ y ‘Trud’, o del señor Lozostki, vicecomisario de  Relaciones Exteriores y segundo jefe del Buró de Información Soviético, o de la Agencia Tass, cuando se quiere que la noticia tenga alguna repercusión. Por lo mismo me he sorprendido que aquí, en Moscú, existieran dos señores, uno de los cuales se llama King y el otro Cassidy.
Me ha hecho pensar mal de ellos el que ambos, el señor Cassidy en octubre y noviembre de 1942 y el señor King en mayo de 1943, no tuvieran inconveniente en aparecer como divulgadores de las opiniones oficiales soviéticas en los medios americano, inglés y latinoamericano.

Antes de haber visto la realidad soviética, cuando todavía era un fanático, estos tres servicios prestados por los señores Cassidy y King me hubieran agradado mucho. Hoy, después de haber visto el ‘socialismo soviético’ y de haberme desfanatizado, estos tres valiosos servicios me han desagradado bastante, a pesar de no ser ni americano ni inglés”.

En la próxima entrega veremos los “esfuerzos del partido” para eliminar a los “enemigos de nuestro Partido, de nuestro pueblo y de la Unión Soviética” (página 297).
Continuará.

Nota.- Dedicado a los portadores de las fotos de Lenin y Stalin en la “marcha” republicana del 14 de abril en Madrid.



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