Así se intitula el libro de
Enrique Castro Delgado, Ediciones Luis de Caralt, agosto 1964, 390 páginas
incluido Índice.
Someramente diremos que el autor fue un
componente muy activo del PCE, siendo el primer comandante del V Regimiento.
También fue director general de la Reforma Agraria. Cuando terminó la Guerra
Civil española, se marchó a la URSS, regresando a España, permaneciendo aquí
hasta su muerte en 1964. Su regreso estuvo motivado por el desencanto de lo que
vio en la Unión Soviética, al igual que otros muchos que tuvieron los dídimos
suficientes de decirlo.
Este es otro libro que no se ve por las
librerías y que los “historieteros” ignoran
a sabiendas. En él nos cuenta el autor los terribles seis años que vivió
en Moscú desde 1939, hasta que fue trasladado a Méjico. Para su mujer, Esperanza, la URSS no era más
que un gigantesco campo de concentración con metro, tranvías y trolebuses.
Este libro es la segunda parte de otro del
mismo autor intitulado “Hombres made in
Moscú” (comentado en este blog en noviembre de 2017) Aquí, entre otras
cosas, se desmontan todas las mentiras que se vertieron, y aún se vierten,
sobre la desaparecida URSS: que era una arcadia de justicia social y de
libertades políticas, amén de un paraíso.
El libro está dividido en tres partes,
siendo la mejor, nuestro modesto juicio,
la segunda, páginas 235 a 271, intitulada “La
guerra comienza”, con los apartados “1941.-
La defensa de un fantasma: el socialismo”; “1942.- La muerte soviética” y “1943.- La Komintern se prepara para la
posguerra”. Nos cuenta Castro Delgado en las páginas 252 y 253 lo siguiente:
“Yo
no sabía que existiera un señor que se llama King y que es corresponsal de la
agencia Reuter en Moscú. Como también ignoraba que existiera otro señor que se
llama Cassidy y que es corresponsal, en Moscú,
de la Agencia Americana Associated Press. No es que ignoraba que tales
agencias existieran. Es que no he acertado nunca a comprender el por qué a
todas estas agencias les es necesario tener corresponsales en la Unión
Soviética , cuando es de dominio público que no pueden hacer otra cosa que
transmitir las informaciones que una veces da el Buró de Información Soviética
a través de ‘Pravda’, ‘Izvestia’ y ‘Trud’, o del señor Lozostki, vicecomisario
de Relaciones Exteriores y segundo jefe
del Buró de Información Soviético, o de la Agencia Tass, cuando se quiere que
la noticia tenga alguna repercusión. Por lo mismo me he sorprendido que aquí,
en Moscú, existieran dos señores, uno de los cuales se llama King y el otro
Cassidy.
Me
ha hecho pensar mal de ellos el que ambos, el señor Cassidy en octubre y
noviembre de 1942 y el señor King en mayo de 1943, no tuvieran inconveniente en
aparecer como divulgadores de las opiniones oficiales soviéticas en los medios
americano, inglés y latinoamericano.
Antes
de haber visto la realidad soviética, cuando todavía era un fanático, estos
tres servicios prestados por los señores Cassidy y King me hubieran agradado
mucho. Hoy, después de haber visto el ‘socialismo soviético’ y de haberme
desfanatizado, estos tres valiosos servicios me han desagradado bastante, a
pesar de no ser ni americano ni inglés”.
En la próxima entrega veremos los
“esfuerzos del partido” para eliminar a los “enemigos
de nuestro Partido, de nuestro pueblo y de la Unión Soviética” (página
297).
Continuará.
Nota.- Dedicado a los portadores de las
fotos de Lenin y Stalin en la “marcha” republicana del 14 de abril en Madrid.
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