jueves, 22 de septiembre de 2022

Si en una nación . . .


 Sí, si en una nación como España el diálogo, imprescindible para la convivencia social, brilla por su ausencia y se convierte en un monólogo radical y contraproducente, llegaremos a la situación desastrosa en la que estamos inmersos. Si a esto se une que las personas más capacitadas no estén dirigiendo el quehacer político y éste caiga en manos de mediocres, por no emplear calificativos más contundentes, seguiremos en el desastre.

Si además el mando político no lo suministran los ciudadanos, sino que es obra de círculos de amistad, o de las máquinas burocráticas de los partidos, o de pedigüeños serviles que consiguen atraerse muchas simpatías con la consiguiente retribución generosa, más desastre, y más desastre es cuando a una nación se le inunda con falacias, mentiras, infundios y falsedades orquestadas y dirigidas “gramscianamente” desde algunos medios de comunicación en poder de ya sabemos quién, seguiremos con el desastre.

 Y seguiremos así cuando los políticos presentan unas peroratas discursos huecos, vacíos, llenos de populismo, de demagogia y de logomaquia, amén de mucha retórica, con el objeto de hacer “vibrar” al “pueblo soberano”, ¡para qué vamos a comentar nada!

Cuando, en fin, ocurren estas cosas y otras más, la nación en cuestión está enferma, rota y resquebrajada.

 Dicho lo anterior, el precio que estamos pagando nos ha llevado al embeleco, a la artimaña, a la argucia, a la martingala, a la farándula, al engaño, a la mentira, a la falacia, a la demagogia y a la logomaquia, como decíamos antes, asuntos estos que campan por sus respetos dentro de los “muros de la Patria mía”.

 Y esto que decimos, ya lo pronosticaban los clásicos griegos cuando decían que en un sistema democrático era muy fácil caer en la corrupción y en la demagogia, amén de la manipulación, asuntos estos que llevarían a la tiranía.



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