Sí, si en una nación como España el diálogo, imprescindible para la convivencia social, brilla por su ausencia y se convierte en un monólogo radical y contraproducente, llegaremos a la situación desastrosa en la que estamos inmersos. Si a esto se une que las personas más capacitadas no estén dirigiendo el quehacer político y éste caiga en manos de mediocres, por no emplear calificativos más contundentes, seguiremos en el desastre.
Si además el mando político no lo suministran los ciudadanos, sino que es obra
de círculos de amistad, o de las máquinas burocráticas de los partidos, o de
pedigüeños serviles que consiguen atraerse muchas simpatías con la consiguiente
retribución generosa, más desastre, y más desastre es cuando a una nación se le
inunda con falacias, mentiras, infundios y falsedades orquestadas y dirigidas
“gramscianamente” desde algunos medios de comunicación en poder de ya sabemos
quién, seguiremos con el desastre.
Cuando, en fin, ocurren estas cosas y otras más, la nación en cuestión está enferma,
rota y resquebrajada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario