Vamos a comentar unos hechos y circunstancia que hemos visto varias veces en ciertas personas que cambiaron la chaqueta diciendo que habían sido “socialistas de toda la vida”.
Estos de “toda la vida”, actuaban en su vida ordinaria
siguiendo unas determinadas pautas, ideales, normas, etc. Procuraban vivir sin
estorbar, sin entorpecer y sin complicar el quehacer y la vida de sus
semejantes, además de trabajar por el bienestar de los que eran familiares y
amigos, respetando a todas aquellas personas que no tenían ningún tipo de
vínculos, amén de amar a su Patria. Los oímos varias veces gritar el “¡Arria
España!”
Pasado cierto tiempo, y ya convertidos en “socialistas
de toda la vida”, en una ocasión, o en varias, la multitud convertida en masa,
pasó junto a sus domicilios. Ante los insultos, desprecios, injurias, agravios,
etc, estas personas olvidaron sus antiguos ideales, pautas y normas y, ya
descamisadas y descorbatadas, pasaron a la acción olvidándose de los suyos,
actuando de la forma más primaria instintiva.
Tal parecía que estas personas se habían contagiado de
los fines políticos que entonces se veían, pero algunas de ellas dieron un “paso
al frente”: se habían contagiado de los fines revolucionarios.
Después, cuando ya emergía y surgía el jefe, el que iba
a vencer mediante la revolución, y que organizaba la masa, haciendo de ésta una
banda o una milicia civil, es cuando se veían a estos “socialistas de toda la
vida” adorar y servir a los mismos ideales que antes despreciaban. Puede que la
hipnosis, los cuentos de hadas y los cantos de sirena, jugasen aquí un gran
papel.
En fin, la independencia de la que antes blasonaban
desapareció, ya que empezaban a ser todos iguales. La sumisión, la obediencia,
el sometimiento, la subordinación, el cautiverio, etc, ante el nuevo jefe fueron
aceptadas a pies juntillas, aunque en otros tiempos anteriores al pasar junto a
dicho jefe le escupían o le daban un codazo.
Continuará.
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