La pregunta, aunque sea un
poco manida, se la está haciendo mucha gente en el momento actual: ¿son los
políticos auténticos representantes del pueblo? Obviamente, no. Y decimos que
no porque el pueblo no elige, vota. Y vota a los elegidos por los partidos ¿Y
dónde, y en dónde, y cómo y cuando son elegidas estas personas? Pues en los
pequeños “foros” donde se dirimen cuestiones importantes para nuestras vidas,
es decir, en los ayuntamientos, diputaciones, parlamentos autonómicos y, sobre
todo, en el gran “foro” que es, como ya intuirán ustedes, el Congreso de
diputados.
Cuando alguien es elegido por
el partido en uno de los foros mencionados, el electo tiene que “caer bien” al
pueblo, por lo que es importantísimo la puesta en escena. Entonces viene el
“estudio” para que de una forma subliminal se manipulen nuestros sentimientos,
o incluso en algunos casos, nuestras pasiones, valiéndose de todo tipo de
artimañas, trucos, tergiversaciones, sofismas, etc.
Así, por ejemplo, el sofisma
“ad verecundiam”, que viene a ser como el sentimiento de fervor, respeto,
veneración, etc. que se siente por una persona, se emplea constantemente para
engañar al pueblo soberano. Si se dice que si ganan las elecciones la derecha
va a haber menos libertad, más paro, menos hospitales, menos escuelas, etec,
porque lo dijo Carlos Marx, Lenin, Fidel Castro o un catedrático de una
prestigiosa universidad, el asunto se acepta a ojos cerrados. Lo dijo Blas,
punto redondo.
Otro truco es el de la ironía.
Recordamos un mitin de Felipe González refiriéndose a una candidata del PP,
calificándola de “batasunera”. La carcajada del pueblo soberano fue monumental.
No digamos ya cuando el ínclito Alfonso Guerra decía que Margaret Tatcher en
vez de desodorante utilizaba tres en uno. “Batasunero” es el actual desgobierno
que tenemos en estos momentos.
Otra artimaña es la de la
verdad dicha a medias, la información parcial o las frases y datos fuera de
contexto. Todos sabemos que en muchas elecciones hay una gran abstención. Por
tanto, aunque un partido sacase el cien por cien de los votos, esto no querría
decir nada. Sin embargo, a esto se agarran los partidos como Tarzán se agarraba
a las lianas.
La tergiversación del
lenguaje es, cuanto menos, curiosísima y quizá la más engañosa. Así, y según
convenga, un criminal y asesino que con su suicidio mata a cientos o miles de
personas, se dice que se “ha inmolado”, o puede que sea un miembro del
“ejército de liberación”, un guerrillero, un resistente, un luchador por la
libertad, etc, etc.
Otro truco es el maniqueísmo:
nosotros somos los buenos y ellos son los malos. Aquí el asunto se comenta por
sí solo. Claro que el pueblo soberano en esto no piensa: con la morfina del
pueblo, es decir, el fútbol, y con los “famosos” del “ente”, ya tiene
suficiente.
Luego están los pensadores
químicos que, con sus opiniones maquilladas como verdades evidentes y
absolutas, presentan el asunto de una manera real y “obvia” de tal forma que
dudar, rechazar o cuestionar el citado asunto no es lo correcto ni “intensamente contemporáneo”. Así, por
ejemplo, se presenta el aborto de una forma “obvia”: como la mujer es dueña de
su cuerpo (ya lo quisiéramos los seres humanos) tiene derecho a abortar. Lo que
no se dice es que la mujer no es dueña de su vida (ninguno lo somos) y sin
embargo es “dueña” de la vida que va a asesinar.
Hay también otro asunto que
se transmite subliminalmente: dicen que no van a permitir que los jóvenes
caigan en la droga, o que los mayores se mueran de hambre. Cualquiera que oiga esto
se apunta rápidamente. Pero después, y lo estamos viendo, drogas por todas
partes y eutanasia para los mayores “para que no se mueran de hambre”.
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