Estos “internaconalistas”, como ya saben, hablan mucho de libertad, libertad, que después se convierte en tiranía, que es la dictadura de la señal única del Estado, representado por el jefe con su abuso de poder, lo que da lugar a las revoluciones, creyendo el “pueblo soberano” ( las masas) que es verdaderamente libre, que es en realidad esclavitud, sumisión y servidumbre.
En cuanto surge el domador, la masa revolucionaria
pasa a ser, en poco tiempo, un ejército subordinado, subyugado, disciplinado,
doblegado, etc, a dicho domador, pero también actúa como masa caótica
cometiendo toda serie de delitos de los que tienen la culpa “los incontrolados”.
A dicha masa revolucionaria, sin que se entere, se le inculca el odio y otras
cosas, convirtiéndola en una horda destructora y dañina con sus milicias que,
llenas de emoción, amén de ideas revolucionarias, hacen lo que les da la gana.
Esa emoción es infundida e inculcada partiendo de sucesos físicos, no
intelectuales. Obviamente, el domador goza de un gran prestigio, lo que hace
que la emoción sea más profunda.
Esta emoción colectiva, seguro que ya la vieron
ustedes en alguna ocasión. Por ejemplo: cuando un grupo de gente más o menos grande
va a un teatro, a un mitin, a una conferencia, etc, a escuchar a un actor, y
sobre todo a un político, el prestigio del predicador juega un papel importante
en la emotividad del colectivo, aunque la perorata de dicho predicador esté
llena de populismo, de demagogia y de logomaquia. Todo esto bien trabajado es
el gran efecto de la difusión, de la propaganda, de la presentación, etc, que aumenta
la labor de captación del domador sobre la masa, quedando ésta totalmente
fascinada.
Continuará.
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