¿Por qué muchas personas son extremadamente inflexibles con las sociedades en las que viven, con plena libertad para expresarse, y tremendamente tolerantes con otras en las que no existe tal libertad, ni ninguna otra?
Los problemas y los conflictos sociales de las sociedades occidentales, son
rápidamente detectados y criticados e incluso, algunas veces, dan consejos para
resolverlos con cierta pedantería, petulancia y con mucha autosuficiencia
moral. Sin embargo, de los problemas que existen en las sociedades que
defienden, generalmente regímenes totalitarios y genocidas, no dicen nada. La
explicación a semejante actitud, es debida a que ven las cosas con pensamiento
dual y maniqueo, que les conduce a la superstición, al cerrilismo y al
fanatismo.
También suele suceder que estas personas tienen la mente privatizada,
estabulada, hipnotizada y apolillada por alguna doctrina de corte totalitario,
como aquellas en las que el Estado vigila a todos, en vez de vigilar todos al
Estado.
Los informes que presentan estas personas cuando van de turismo político a
alguno de estos países, siempre son positivos. La manipulación y el control que
sufren por parte de los anfitriones, para mostrarles sólo ciertos aspectos de
la realidad, les impide ver que fueron embaucados, engañados, agasajados,
halagados, cegados, escoltados, burlados, engatusados . . .
¿Cómo se puede entender que
se indignen ante los abusos de poder que
dicen que existen en las democracias en las que viven suntuosamente y, sin
embargo, callen o acepten esos mismos abusos en las sociedades que visitan? La explicación es que emplean un doble rasero
o, si se quiere, una doble escala de valores, que viene marcada por sus
ideologías y por sus compromisos partidistas, que les hacen protestar por
briznas a la vez que tragan camellos.
Muchas de estas personas se quejan de la falta de
libertad que hay en Occidente y lo transmiten a los jóvenes a través
de libros, escritos, panfletos, conferencias, etc. Lo peor de todo, es que
estos jóvenes se lo acaban creyendo diciendo, por ejemplo, con pancartas y
pintadas, que Cuba es un modelo de libertad y democracia.
Estas personas ocultan que en esas sociedades que defienden, generalmente
marxistas-leninistas, los gobiernos se empeñan, de forma metódica y estudiada,
en ocultar la realidad, en ejercer la censura, en acallar a los disidentes, en
distorsionar los hechos, etc, con lo que se obtiene el unanimismo y el
conformismo de una sociedad coral que repite, como un guacamayo, las consignas
del Gran Dictador.
Si a estas personas se les supone, cuanto menos, una actitud crítica y sensible
ante la injusticia y la falta de libertad, ¿cómo se entiende que no hayan
denunciado, y no denuncien, las brutalidades de la URSS de Stalin, o de la
China de Mao, o de la Cuba de Fidel Castro, etc, sitios estos en donde el
conocimiento y el saber que circulaba, y circula, lo dicta el Estado? Sólo hay
un tipo de explicación: la tolerancia con la que miraron y miran a estas
sociedades de bozal y grillete es debida a razones ideológicas y políticas.
Estas personas, más que portadoras y transmisoras de cultura, son funcionarias
que se mueven a golpe de nómina y que surgen en círculos de pesebre, como el
cine, o en editoriales, bien sean de periódicos o de libros, que están
dirigidas por gente mediocre. A pesar de todo, se tienen por cultas y, sin
embargo, no son personas cultivadas.
Tampoco son el tipo de referencia como lo eran en su día Ortega o Unamuno, por
más que se esfuercen en ello.
En fin, por mucho que se esfuercen estas personas, en Occidente hay
discrepancia, discusión, racionalismo, pluralidad, debate, tolerancia, etc. No
hay razón, que es síntoma de sometimiento, sino razones.
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