Como decíamos en la anterior entrega,
Santos Dumont, aceptó el ofrecimiento del príncipe de Mónaco para construir una
gran casa y guardar sus globos. Tanto dicho príncipe como los banqueros, le invitaron varias veces a la mesa. Los yates de
esta gente, izaban sus velas y se hacían
a la mar para seguirlo en sus vuelos, lo mismo que los que tenían coche también
lo seguían por las carreteras de la costa, aunque Dumont sólo podía volar
cuando el tiempo lo permitía.
El siguiente invento era construir un
motor más pesado que el aire para poder volar. Tras varios intentos, consiguió
lo que buscaba, haciendo el primer vuelo con un artefacto más pesado que el aire
en 1906. Conviene destacar aquí que los hermanos Wright lo hicieron dos años
después.
A estos primeros aparatos les dio el
nombre de “Moscas Dragones”. En 1909 consiguió un record de velocidad al
alcanzar los 95 kms/hora, siendo este su último triunfo, ya que a partir de
esta fecha, el asunto pasó a manos de ingenieros mecánicos, quienes
convirtieron el deporte del vuelo en un negocio de carreras. Este ambiente de
competición, no le gustó nada a Dumont, por lo que se retiró de su actividad.
Tanto Alfred Nobel, inventor o descubridor
de la dinamita, como Santos Dumont, estaban convencidos de que sus inventos o
descubrimientos harían que la Humanidad no desencadenaría más guerras por las
consecuencias terribles que se podrían desencadenar. El estallido de la Gran
Guerra fue un duro golpe para ellos, sobre todo para Dumont, que se recluyó en
su casa de París, sufriendo grandes
ataques de melancolía que le atormentaban porque creía que él había sido el
culpable del estallido de dicha guerra. También cuando se producía un accidente
de aviación, se autoconsideraba culpable.
Sobre este asunto, cuando regresaba a su
Brasil natal en barco, un avión “Condor” había salido a su encuentro para
saludarle. El caso es que dicho avión se estrelló, muriendo todos los
tripulantes, cosa que le afectó muchísimo.
Posteriormente, en el año 1932, se produjo
en Sao Paulo una revuelta de poca monta contra el gobierno brasileño. Por el
cielo de aquella ciudad se vio volar un aparato que él había concebido años
atrás sólo con fines pacíficos. Pensando en lo que podría ocurrir, se fue al
baño y se ahorcó con su corbata.
En fin, en estas cuatro entregas hemos
visto someramente la vida de un gran inventor y una gran personas. Que Dios le
guarde.
En próximas entregas veremos algo sobre
Alfonso Bertillon, que fue la primera persona que identificó a los criminales
por las huellas dactilares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario