miércoles, 28 de octubre de 2020

Y ahora...estado de alarma. Y nosotros ¿en qué estado?


 

Nada nuevo ciertamente pues en estado de alarma nos encontramos desde que el dr. Sánchez alcanzó el poder de una forma tan brillante y formó el gobierno más inútil e ignorante de toda la historia patria, gobierno además multitudinario con un desbarajuste de competencias que raya en lo “babélico”, valga la expresión que vds. entenderán y que no me detengo a investigar si está incluida o no, en el DLE.

Tenemos ministros, ministras y mixtos, hay de todo y teóricamente, claro, para todo, pero en la realidad este para todo se convierte en para nada. Aquí todas las decisiones son del jefe y, exceptuando alguna aportación tan absurda como estrambótica a cargo de la titular de Igualdad (nuevo ministerio sin el cual no sé cómo podíamos vivir antes en España), y alguna salida “veterotestamentaria” de su consorte marqués de Galapagar, nada se mueve sin su permiso y aprobación.

 Y se habló, en verano, de la desescalada (aquí sí consulté y vi que la RAE pasó de calificar la palabreja de “no recomendable a válida”), cuando ahora vemos que no habíamos terminado la escalada y, aunque no quisiera hacer bromas con algo tan serio, el pobre ciudadano se vuelve loco y, supongo que con él, todas las fuerzas de control y seguridad y no digamos, las sanitarias que sin duda están llegando a la heroicidad diaria sin ninguna duda.

 Y, como reza el título, estado de alarma con todo lo que conlleva. Y Dios me libre de opinar sobre su necesidad o no pero tanto tiempo, en especial sin reuniones de Congreso y Senado nos lleva inexorablemente al enorme peligro de abundancia de medidas políticas de todo tipo en forma de decretos o lo que sea (no soy ni medio experto en ese campo), que de provisionales pasarán a definitivos sin haber pasado por ningún filtro opositor que en este momento se llama VOX pues desde la moción de censura reciente y dadas las actitudes de los otros partidos, debemos considerar a este partido la única oposición fiable al poder establecido.

 Malos tiempos nos esperan y mala es la situación que produce este estado de alarma, pero es lo que toca y, esperemos sea lo más acertado. A los ciudadanos de a pie nos corresponde adoptar una voluntad de obediencia y rigor ante todo lo que se nos vaya indicando y extremar cada uno nuestro cuidado personal.

 Es la hora de gobernar con buena voluntad, con voluntad de trabajar por el bien común, aunque todo esto no es novedad sino obligación perenne, y no aprovechar estas fatales circunstancias para imponer voluntades ajenas a lo prometido, mirando sólo al exclusivo bien de unos para perjuicio de otros. Malo es actuar con ventaja, pero peor si esta ventaja va acompañada de un uso parcial, interesado y abusivo. Desgraciadamente es de sospechar que así suceda dado el nivel de credibilidad que ofrecen nuestros políticos, especie o clase que en porcentaje tremendamente elevado, deben mantener su puesto ya que significa su único medio de vida, cosa que quedó demostrada y fue un ejemplo palpable el que, ante la actuación de su jefe de filas que quiso hacer de malo en la última sesión del Congreso, ni uno solo de sus diputados (hasta nos falló Cayetana), se saltó la disciplina de voto o una vez cumplida ésta por compromiso puntual, se marchó a su casa al día siguiente como seguro que sería la voluntad de muchos pero...y aquí para rematar pongan ustedes uno de los muchos refranes que contiene nuestro riquísimo refranero.

 Francisco Alonso-Graña del Valle

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