lunes, 19 de octubre de 2020

Históricas concesiones ( I )


 

“No debes dar nunca la mano a alguien que pueda cogerte también el pie” (Interpretación libre del refranero)

Es opinión general que la llamada Transición Española tras la muerte del general Franco, fue una etapa modélica tanto social como políticamente hablando. También es cierto que los rescoldos de la hoguera producida por la infausta Guerra Civil se mantuvieron tenuemente a pesar de que la convivencia entre los españoles había llegado a un grado de normalidad y paz ejemplares, y la economía, tras el bloqueo que España sufrió a pesar de no haber participado en la Guerra Mundial, había adquirido cotas impensables hasta llegar a ser la 9ª potencia industrial mundial (según algunas fuentes, la 8ª) y la 2ª en el sector servicios (1975). Los ministerios eran ocupados por personas de una valía contrastada, cada titular en su especialidad y las Cortes, ciertamente de poco poder, también eran ocupadas por personas de relieve en su vida laboral o profesional.

 Los que ya cumplimos una edad que nos ha permitido estar presentes en estos años que van desde la victoria de las derechas en la guerra, hasta dicha Transición, más los ya cuarenta años de democracia, podemos recordar hechos y circunstancias que hoy nos cuentan retorcida y falsamente los que pretenden con embustes, ganar una guerra perdida indiscutiblemente en su momento.

 Yo recuerdo perfectamente que entre los empleados de una pequeña empresa que mi familia tenía en Oviedo, se encontraban tres de toda confianza y valía que por sus ideas y actuaciones durante la guerra, fueron expedientados, (sí, es cierto, se expedientaba), y sufrieron prisión creo recordar, en el Puerto de Santa María. Pues bien, una vez amnistiados, fueron reintegrados nuevamente a sus mismos trabajos, recibidos con alegría y gran satisfacción para y por todos. Habíamos llegado a formar una verdadera familia y su vuelta, como es natural, fue celebrada debidamente. También recuerdo que, una vez jubilados, sobre todo con uno de ellos, cada vez que nos encontrábamos por la calle sin prisas, nuestra amigable charla no bajaba de una hora de duración, llena de recuerdos.

 Continuará.

 Francisco Alonso-Graña del Valle

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