domingo, 4 de octubre de 2020

A la señora doña Amelia Valcárcel Bernaldo de Quirós ( y I I )


 

Como decíamos en la anterior entrega, recomendábamos a la señora Valcárcel Bernaldo de Quirós leer las encíclicas “Mater et Magistra” editada en 1.961 durante el pontificado de Juan XXIII; la “Pacem in Terris”, del mismo pontífice, año 1.963; o la “Populorum Progressio”, editada en setiembre de 1.964 durante el papado de Pablo VI. Como dato curioso, comentar que en esta encíclica, apartado o versículo 73, ya se habla del “Diálogo de civilizaciones”, y en el 69 habla de “Trabajadores emigrantes”.

 Si leemos todo esto, se llega a la conclusión de que la doctrina social católica es democrática y está en contra de las dos concepciones extremas: por un lado el individualismo, que permite dejar todo en manos del individuo sin que intervenga el Estado, y por otro  está en contra del totalitarismo, ya que este sistema considera al Estado como órgano facultativo para intervenir en todos los aspectos de la vida humana, considerando a la persona sólo como una pieza dentro del engranaje estatal, que sólo interesa por lo que consume o produce.

  Mire doña Amelia: hay que reconocer que no existen democracias en naciones que no hayan vivido, o no hayan tenido, una influencia de la cultura cristiana.

 En una verdadera Democracia (con mayúscula), no se pueden ocultar manipulaciones, ni se puede actuar con máscaras, ni puede estar en manos de un grupo de privilegiados que la manejan a su antojo y beneficio. Este es el tipo de democracia que había y que hay. Por tales motivos, y por otros, sí es por lo que se puede “andar a la gresca”, como usted dijo en su conferencia.

 Robert Shuman, uno de los “padres de Europa” junto con Konrad Adenauer, J. Monnet y De Gasperi, fue un luxemburgués que desarrolló su vida y su carrera política en Francia. Fue miembro del Movimiento Republicano Francés en 1.947, siendo después ministro de justicia, ministro de finanzas y de asuntos exteriores y Presidente del Parlamento Europeo entre 1.958 y 1.960. Pues bien, este señor escribía:

  “La democracia debe su existencia al cristianismo. Nació el día en que el hombre fue llamado a realizar en su vida temporal la dignidad de la persona humana, en su libertad individual, en el respeto de los derechos de cada cual y por la práctica del amor fraterno con respecto a todos. Nunca, antes de Cristo, estas ideas habían sido formuladas. La democracia está así unida al cristianismo doctrinalmente y cronológicamente. Tomó cuerpo con él por etapas, a través de largos titubeos, a veces al precio de errores y recaídas en la barbarie.” (...) “El cristianismo ha enseñado la igualdad de naturaleza de todos los hombres, hijos de un mismo Dios, rescatados por el mismo Cristo, sin distinción de raza, de color, de clase y de profesión. Ha hecho que se reconozca la dignidad del trabajo y la obligación de todos de someterse a él. Ha reconocido la primacía de los valores interiores, los únicos que ennoblecen al hombre.” (...) “ Si encontramos rasgos profundos de la idea cristiana en la vida política contemporánea, el cristianismo no por ello está ni debe estar enfeudado en un régimen político, ni ser identificado con ninguna forma cualquiera de gobierno, aunque sea democrática. En este punto, igual que en otros, hay que distinguir el terreno del César y el de Dios. Estos dos poderes tienen cada uno responsabilidades propias. La Iglesia debe velar por el respeto de la ley natural y de las verdades reveladas. La tarea del hombre político responsable consiste en conciliar, en una síntesis a veces delicada pero necesaria, estos dos órdenes de consideración, el espiritual y el profano... No existe conflicto que no tenga solución entre los dos imperativos.”(...)“La teocracia desconoce el principio de la separación de los dos ámbitos. Endosa a la idea religiosa responsabilidades que no son suyas. Bajo ese régimen, las divergencias de orden político corren el riesgo de degenerar en fanatismo religioso”(...) “Desde el primer momento, Cristo estuvo en el extremo opuesto del fanatismo; aceptó ser su víctima más augusta. Esto significa que la civilización cristiana no debía ser el producto de una revolución violenta e inmediata, sino una transformación progresiva, bajo la acción de los grandes principios de caridad, de sacrificio y de humildad, que están en la base de la sociedad nueva.” (...) “La democracia no se improvisa; Europa ha tardado más de un milenio de cristianismo en darle forma (...)  “Concluyo, con Bergson, que  . La democracia será cristiana o no será democracia. Una democracia anticristiana será una caricatura que naufragará en la tiranía o en la anarquía.”

Modestamente recomendaríamos a doña Amelia que lea el libro de Joseph Höffner intitulado “Doctrina social cristiana”, Empresa Editorial Herder, S.A., 2001, 282 páginas. En esta obra se estudian temas tan fundamentales como familia, trabajo y profesión, economía, ordenación política nacional y comunidad internacional. Libro de admirable rigor que presenta definiciones precisas sobre conceptos tan manoseados y discutidos como solidaridad, bien común, subsidiaridad, sociabilidad, etc.

¡Ah!, ¿no tiene nada que decir doña Amelia sobre la imagen de esta mujer lapidada por el Islam? ¿No esto motivo para “andar a la gresca”?




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