En estos tiempos tan convulsos, complicados y, en gran
medida absurdos que nos ha tocado vivir para nuestro pesar, con una forma de
gobierno llamada monarquía parlamentaria, en este nuestro querido país aún
llamado España, se ha ido instaurando solapadamente y no tan solapadamente otra
monarquía, otro reinado que va dominando día sí y día también nuestras variadas
instituciones y gran parte de nuestros ambientes. Es, ni más ni menos, en mi
opinión y para nuestra desgracia, el reinado de la mentira en sus
diversas formas, especialmente en todo lo relativo a lo que llamamos política,
de tal modo, que no hay día en que no nos la encontremos presente cada vez que
leemos o escuchamos manifestarse a alguno de los tan caritativamente llamados
padres de la patria (y madres también, claro, de la "matria", palabra
que aventuró a inventar una de nuestras ilustradas ministras).
Hace ya unos años alguien dijo, refiriéndose a D. Alfredo
Pérez Rubalcaba (q.e.p.d.), que, entre todos sus conocidos era la persona que
mentía con mayor sinceridad. Hoy día somos conscientes de que esa afirmación ha
quedado completamente obsoleta: el recordado ministro socialista está siendo
superado ampliamente por más de uno de sus correligionarios y adjuntos que, como
decíamos anteriormente, un día sí y otro también, mienten con absoluta falta de
pudor y vergüenza, quedando además sus mentiras fuera de toda trascendencia ya
que, sorprendentemente, han pasado a ser algo tan habitual que entran dentro de
la moda y modos actuales en uso permanente. Recordemos, como ejemplo
paradigmático, que nada menos que nuestro hoy presidente de gobierno, pudo
afirmar en su día públicamente, que nunca pactaría con separatistas ni
terroristas y que no dormiría tranquilo si en el gobierno de la nación tuviese
cabida algún político de Podemos, para más tarde y en un breve espacio de
tiempo, hacer todo lo contrario para bien de sus particulares intereses sin la
más mínima explicación ni mucho menos, recato.
Por desgracia, todo es superable y hoy la mentira alcanza
cotas insospechadas, siendo otro ejemplo más que palpable, la cantidad de
falsedades que estamos oyendo con referencia a la pandemia del Covid 19 y que
van, desde la negativa del gobierno a aceptar que conocía el peligro con tiempo
suficiente para tomar las medidas oportunas, hasta el manejo descarado a diario
de cifras de contagiados y muertos, altas y bajas, a cargo de los
correspondientes responsables, a mayor gloria de los intereses partidistas de
turno y a quienes oímos decir una cosa un día y la contraria al siguiente con
una naturalidad y estoicismo asombrosos.
No vamos a insistir hoy más sino solamente hacer mención a
la tan manoseada memoria histórica, democrática o como quieran llamarla,
plagada de mentiras y tendente a escribir, desde dentro, vergonzosamente, una
nueva historia de España a la medida de nuestros mayores enemigos.
Todo es muy lamentable ya que, reinando la mentira entre la
clase dominante, nosotros, pobres ciudadanos de una hoy muy dudosa democracia,
nos encontramos totalmente impotentes e incapacitados para actuar conforme a la
tan cacareada libertad que solo ejercemos y a medias (listas cerradas), cuando
depositamos puntual y cándidamente nuestro voto en la urna correspondiente en
las jornadas electorales.
Mal reinado es este de la mentira, en clara competencia con
la monarquía verdadera que en la persona de Felipe VI, está hoy en día tan
atacada y hasta puesta en cuestión por algunos de aquellos que no hace mucho,
juraron o prometieron aceptar nuestra Constitución y hacerla cumplir, y con
ello, por tanto, reconocer y defender la figura del monarca. Otra mentira
más. Lamentable, repito.
Y una reflexión final para terminar: no olvidemos ni
olviden quienes más deben hacerlo, que la frase y la idea: "Una
mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en verdad", se
atribuye a Joseph Goebbels, ministro de Ilustración y Propaganda del hitleriano
partido nazi. ¿Será tomado hoy como ejemplo a imitar este personaje?
Francisco Alonso-Graña del Valle
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