martes, 15 de febrero de 2022

Violentos, coléricos y sectarios


Hay cosas verdaderamente extrañas. Una de ellas es que, después de haberse derrumbado el sistema comunista, su ideología sigue impertérrita en muchas mentes, no sabemos si por fanatismo o por ignorancia, acarreando intransigencia y dogmatismo, convirtiendo a sus seguidores en violentos, coléricos y sectarios.

Como demostración de todo esto, ahí estaban, y están, ciertos pedantes infumables marxistas que, con una verborrea llena de tópicos y de sofismas “ad verecundiam” y de “argumentum ad populum”, se dedicaban, y se dedican, a dar conferencias, escribir y a dar alguna que otra perorata, haciendo “análisis marxistas” de todo lo habido y por haber, pretendiendo e intentando demostrar que el “socialismo científico” aún puede funcionar.

Ya hemos escrito muchas veces sobre marxismo exponiendo los errores del judío Carlos Marx. Quizá el mayor de ellos haya sido el de no decir cómo había que actuar una vez “alcanzados los últimos objetivos”. Creía que con la desaparición de “la clase dominante” y la socialización, que luego sería estatalización, de los medios de producción, una Arcadia feliz aparecería sobre la tierra, y el “hombre nuevo” comunista sería también feliz ya que todo pertenecería a todos y todos querrían lo mejor para todos.

El sucesor de Marx, Lenin, sujeto criminal, cínico y mentiroso donde los haya, una vez iniciada e implantada la revolución, se dio cuenta de que en la doctrina marxista no aparecía ni una palabra de cómo actuar, una vez instaurada la citada revolución. Bien es verdad que el judío había hablado de la “fase intermedia”. Pero nada más.

Esta “fase intermedia” ya sabemos cómo ha terminado: derrumbándose como un edificio con carcoma, a la vez que ha supuesto el asesinato de millones y millones de personas, además de dejar 145 millones de pobres en la implosionada URSS.

Como decíamos antes, es muy extraño que Marx no haya dado ninguna explicación de cómo funcionaría el “socialismo científico” una vez implantado. Probablemente creía que una vez “solucionado” el asunto económico, lo demás vendría por añadidura. Y aquí es donde aparece uno de los grandes errores marxistas: el considerar a las personas como un simple producto económico sin tener en cuenta, entre otras cosas, la libertad.

Además de la libertad, existen otras cosas como la familia, la propiedad y la religión, que el marxismo ha intentado destruir sin conseguirlo. Lo único que ha conseguido es su propia destrucción.

A pesar de todo, aún quedan por ahí muchos fámulos que, con gran deliquio, siguen mirando para el panel ideológico marxista, diciendo que Marx, Lenin y Mao fueron “los grandes forjadores del comunismo científico”. Son así de fanáticos y de intransigentes.

Y para terminar, suponemos que conocerán un slogan marxista que está muy de moda: “Bajo el yugo del capital no es posible otro mundo”. Bajo el yugo marxista tampoco, aunque, bueno, sí es posible otro: el de la miseria, el de la mentira, el del odio y el del terror.




 

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