Hay cosas verdaderamente
extrañas. Una de ellas es que, después de haberse derrumbado el sistema
comunista, su ideología sigue impertérrita en muchas mentes, no sabemos si por
fanatismo o por ignorancia, acarreando intransigencia y dogmatismo,
convirtiendo a sus seguidores en violentos, coléricos y sectarios.
Como demostración de todo
esto, ahí estaban, y están, ciertos pedantes infumables marxistas que, con una
verborrea llena de tópicos y de sofismas “ad verecundiam” y de “argumentum ad
populum”, se dedicaban, y se dedican, a dar conferencias, escribir y a dar
alguna que otra perorata, haciendo “análisis marxistas” de todo lo habido y por
haber, pretendiendo e intentando demostrar que el “socialismo científico” aún
puede funcionar.
Ya hemos escrito muchas veces
sobre marxismo exponiendo los errores del judío Carlos Marx. Quizá el mayor de
ellos haya sido el de no decir cómo había que actuar una vez “alcanzados los
últimos objetivos”. Creía que con la desaparición de “la clase
dominante” y la socialización, que luego sería estatalización, de los
medios de producción, una Arcadia feliz aparecería sobre la tierra, y el “hombre
nuevo” comunista sería también feliz ya que todo pertenecería a todos y
todos querrían lo mejor para todos.
El sucesor de Marx,
Lenin, sujeto criminal, cínico y mentiroso donde los haya, una vez iniciada e
implantada la revolución, se dio cuenta de que en la doctrina marxista no
aparecía ni una palabra de cómo actuar, una vez instaurada la citada
revolución. Bien es verdad que el judío había hablado de la “fase
intermedia”. Pero nada más.
Esta “fase intermedia” ya
sabemos cómo ha terminado: derrumbándose como un edificio con carcoma, a la vez
que ha supuesto el asesinato de millones y millones de personas, además de
dejar 145 millones de pobres en la implosionada URSS.
Como decíamos antes, es
muy extraño que Marx no haya dado ninguna explicación de cómo funcionaría el “socialismo
científico” una vez implantado. Probablemente creía que una vez
“solucionado” el asunto económico, lo demás vendría por añadidura. Y aquí es
donde aparece uno de los grandes errores marxistas: el considerar a las
personas como un simple producto económico sin tener en cuenta, entre otras
cosas, la libertad.
Además de la libertad,
existen otras cosas como la familia, la propiedad y la religión, que el
marxismo ha intentado destruir sin conseguirlo. Lo único que ha conseguido es
su propia destrucción.
A pesar de todo, aún
quedan por ahí muchos fámulos que, con gran deliquio, siguen mirando para el
panel ideológico marxista, diciendo que Marx, Lenin y Mao fueron “los grandes
forjadores del comunismo científico”. Son así de fanáticos y de
intransigentes.
Y para terminar,
suponemos que conocerán un slogan marxista que está muy de moda: “Bajo el
yugo del capital no es posible otro mundo”. Bajo el yugo marxista tampoco,
aunque, bueno, sí es posible otro: el de la miseria, el de la mentira, el del
odio y el del terror.
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