El “pueblo soberano”, estulto e ignorante, convertido en una masa manejable, está dispuesto, muchas veces sin saberlo, al servicio del poder. Además de esto, si no existiesen insultos, descalificaciones, mentiras, resentimientos, odios, etc, el poder no sería lo que se pretende.
A poco que nos fijemos, el poder es un mal, ya que
cualquier sistema que no lo tenga es impotente, infecundo, estéril, etc, pues
nada se puede hacer. Cuando hay una crisis de poder, todos los sistemas quieren
más poder, intentando hacerse más potentes y poderosos. La historia de los
sistemas no es más que una total lucha por hacerse con el poder y aumentarlo en
todos los terrenos, ya sean políticos, sociales o económicos.
El montaje es tal, que cuanto más se intente
inutilizar, debilitar y esterilizar el poder, más seguro se hace, pues lo que
se persigue es eliminar todo lo habido y por haber para que tal poder no se
derrumbe, fomentando la “kurtura” de masas, que en el fondo es la incultura de
la gente, aunque dicha “kurtura” divierte y enriquece, oiga.
Todo esto, y varias cosas más, tal parece que está
sujeto al pensamiento marxista, aunque muchos, muchas y “muches” no se enteran
de la fiesta. Decía el judío Marx que “los individuos carecen de esencia
singular o genérica, y su única esencia es la de estar sujetos a relaciones
sociales; pues no es la conciencia individual quien determina la realidad
social, sino que es la realidad social quien determina la conciencia
individual; y ello porque los individuos, en la producción material de su
existencia, contraen relaciones sociales necesarias, es decir, independientes
de su voluntad”. Burrada tras burrada.
En fin, esta cultura de masas, manejada políticamente,
lleva a todo esto y a muchas cosas más, como por ejemplo a la manipulación
ética y moral.
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