Como decíamos en la última entrega, es ésta última veremos cómo Bertillon descubrió el asunto del asesinato del barón Zeidler, que fue encontrado muerto en sus establos, descubriendo también que la estatura de un delincuente podía saberse por la longitud de sus pasos.
Zeidler, que era un hombre
acaudalado, lo encontraron en una de sus cuadras con el cráneo destrozado y
desfigurado por los golpes de cascos de caballo. Al lado de su cadáver se
encontraba su última adquisición: un precioso caballo que se encontraba
relinchando y pateando bruscamente. Aparentemente, todo hacía pensar que había
sido el animal el que le había causado la muerte. Sin embargo, Bertillon, una
vez inspeccionados todos los establos, llegó a otra conclusión: Zeidler había
sido asesinado.
Advirtió a sus compañeros que
se fijasen en las huellas dejadas por las herraduras en la cara y en la cabeza
de la víctima, diciéndoles que estaban en posición contraria a lo normal.
Tras las pesquisas oportunas,
el asesino fue atrapado. Éste llevó al barón a las cuadras y lo aporreó con una
cachiporra a la que estaban aseguradas unas herraduras.
Bertillon, cuando se le
presentaba un asesinato, se solía hacer dos preguntas: ¿a quién beneficia dicho
asesinato?, ¿quién es la mujer? Demostró y comprobó que en el 90 % de los asesinatos cometidos en Francia, había
una mujer por medio, aconsejando a sus colegas que nunca se fiasen de la
persona que está siempre sonriendo.
Por otra parte, en Francia
dicen que fue Bertillon quien descubrió que la altura de un asesino podía
saberse por la longitud de sus pasos dejados por las huellas. Asimismo, fue el
primero que resaltó la importancia de sacar fotografías del escenario del
crimen.
En fin, en estas tres entregas
hemos visto una somera biografía de este gran detective francés. Murió en 1914
muy joven a la edad de 61 años.
En próximas entregas veremos
algo sobre Arturo Toscanini.
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