martes, 22 de febrero de 2022

Personajes históricos. Enrico Caruso


 Uno de los más grandes tenores de la historia, fue Enrico Caruso. Nació en Nápoles en 1873 y murió en esa misma ciudad en 1921. Contaba, pues, 48 años. Un chaval.

Se estrenó en la Ópera Metropolitana de Nueva York en 1903 con sólo 20 años de edad con Rigoletto, aunque su debut había tenido lugar en su ciudad natal en 1894 con la ópera  Fedora. Su última aria también fue en este mismo escenario neoyorkino en 1920, un año antes de morir.

Caruso tuvo un gran hándicap: en sus tiempos no existía el cine sonoro ni la radio, ya que ésta comenzó su programación ordinaria en el año 1920. Es decir, para oír a Caruso había que ir a escucharlo directamente a los escenarios de ópera, y esto, claro, no lo podía hacer mucha gente. Por tanto, el público era reducido y escaso, si se compara con los tiempos actuales.

El escenario habitual de sus actuaciones era el citado teatro neoyorkino. Su popularidad era grandísima. Dada su modestia, y para evitar aglomeraciones, en su tiempo de descanso y ocio se iba a un modesto restaurante italiano de Nueva York y allí se pasaba el tiempo jugando a las cartas con el dueño.

A pesar de que no era exigente en sus retribuciones económicas, en Nueva York  le pagaban 2.500 dólares por actuación, cifra esta superada por lo que le daban en Cuba y Méjico: 10.000 y 15.000 dólares respectivamente.

La bondad, sencillez y grandeza de corazón de este hombre, contribuyeron aún más a su popularidad. En cierta ocasión, estando en Bruselas, oyó desde su camerino a mucha gente que se encontraba en la calle y que protestaba porque se habían terminado las localidades y no podía verlo ni oírlo. Salió a la calle y cantó las principales arias que iba a interpretar en la función.

En otra ocasión encontrándose en Cleveland, le dijo a su secretario que no era justo irse de aquella ciudad sin dejar allí algo de dinero, pues había ganado allí muchísimo. Entró en un establecimiento de porcelana fina y compró todas las existencias, que luego envió a Nueva York para dárselas a sus amigos pobres.

Otra característica de este buen hombre era su pulcritud y limpieza. En una ocasión, y con motivo de una escena amorosa que tenía que compartir con una gran diva de aquellos tiempos, dijo:

“¡Cantar con una persona que no se baña es terrorífico; pero emocionarse enamorando a una mujer que huele a ajo, es sencillamente imposible!”

En 1920, un año antes de morir, empezó el pobre hombre a tener serios problemas de salud. Estando en Nueva York cantando L’Elisir d’Amore, se le rompió un vaso sanguíneo de la garganta. A partir de este momento ya no pudo cantar más. Fue operado siete veces por problemas pulmonares. En el verano de 1921 decidió embarcarse para su Nápoles natal, donde falleció.

Dios guarde a este bondadoso y gran hombre.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog