Nació en Parma en 1867 y murió en la misma ciudad en 1957.
Toscanini fue considerado como el director
de orquesta más grande del siglo XX. En una ocasión, preguntaron a Walter
Toscanini, su hijo, que cuál era la obra que su padre consideraba más
importante, a lo que respondió que para su padre la obra más importante era la
que traía entre manos, ya fuese pelar una naranja o estar leyendo una sinfonía.
Su fama fue tal, que una señora se
trasladó desde Patagonia hasta Buenos Aires para ver a Toscanini. La distancia
entre estos dos sitios es de 3.000 kms.
La genta pagaba verdaderas fortunas por
verle. Un ejemplo. Al comenzar la temporada de ópera en 1946 en la Scala de
Milán, se pagan las entradas a quince mil liras cada una, importe que era el
sueldo mensual de una familia de clase media italiana.
Nunca habló en público. No soportaba a los
reporteros y a los fotógrafos. A tal efecto decía: “Soy un particular como otro cualquiera ¿Qué pueden importarle a nadie
mi apariencia, el sitio donde vivo, ni las corbatas que uso? Se autodefinía
como un contadino, palabra italiana
que se puede traducir por rústico.
Tampoco soportaba a las personas vanidosas
y que no se esforzaban en lo que estaban haciendo. En cierta ocasión, en un
ensayo, reprendió a una “primadonna” que había incurrido en varias
equivocaciones, a lo que contestó que era ella y no él la estrella.
Inmediatamente respondió el maestro:
“Señora,
las estrellas están en el cielo. Aquí no hay más que músicos, buenos o malos ¡Y
le aseguro que usted es mala de verdad!”
Por otra parte, con las personas que se
esforzaban y que tenían talento artístico, se mostraba indulgente y
comprensivo. Así, una soprano dotada de una voz extraordinaria, tuvo varias
equivocaciones durante su primer ensayo. “Tiene
usted el peor oído musical del mundo”, le espetó Toscanini. Pero
inmediatamente y con voz más dulce le dijo: “Pero
canta como un ángel”.
Tenía un genio endiablado. Cuando en un
ensayo una orquesta cometía algún error, amenazaba con los puños, rompía la
batuta o la partitura, y muchas veces tiraba al suelo los lentes y los
pisoteaba.
Aparte de su tiranía e inflexibilidad
cuando actuaba como director de orquesta, era una persona sumamente bondadosa e
hizo muchísimas obras de caridad, destacando el envío de 30.000 pares de
zapatos desde EE.UU. a Italia.
En fin, esta es una somera biografía del mejor
director de orquesta, según algunos, aunque para nosotros, y modestamente,
creemos que Leonard Bernstein no se
quedaba muy atrás.
En la próxima entrega veremos algo sobre
Enrico Caruso.
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