Como casi todos sabrán,
existen en nuestra gramática dos clases de participio: el activo y el pasivo.
Como sus nombres indican, estos participios ejercen acción, o permanecen
inactivos o pasivos. Como se recordará, los tiempos compuestos de los verbos se
componen del correspondiente del verbo haber, más el participio pasivo del verbo que se conjuga. Así se dice han comido, hemos dicho, ha
jugado, etc.
Pero fijémonos en el
participio activo. Tomemos, por ejemplo, el
verbo moler. El participio pasivo sería molido,
pero el participio activo sería moliente. Lo
mismo sucedería con los verbos dirigir, (dirigente),
morder, (mordiente), amar, (amante), etc, etc.
Observamos, por tanto, que
cuando una persona es “activa”, es decir, que
puede ejecutar la acción que indica el verbo, se le añada al final “nte”, con independencia del sexo que tenga. Por
tanto, es una ridiculez decir molienta, dirigenta, mordienta o amanta.
Vamos a recordarle a Irene Montero, “Ministra de Igualdad” que,
en aras de un feminismo semántico ignorante y estulto, de todo lo dicho
anteriormente no quiere saber nada. Por cierto, señora ministra: si su cargo
hubiese sido ocupado por un hombre, ¿sería el ministro de “igualdod”?
Señora ministra de igualdad,
¿por qué se dice que hay hombres que son machistas? ¿No habría que llamarles machistos? No hablemos ya del poeto,
del taxisto, del policío de guardio, del guardio civilo, del policío secreto,
del ejércita del airo, del estratego, del autodidacto, etc, etc ¿O será
que esta señora es más inteligenta que los
demás?
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