viernes, 7 de septiembre de 2018

“Nosotros, soviéticos conversos”



Así se intitula el libro de Tatiana Goritchéva, EdicionesEncuentro 1986, 119 páginas incluido Índice.

Comentar que la autora nació en Leningrado en 1947. Fue responsable de un “Komsomol” (juventudes comunistas) con tan sólo 18 años, y educada en el más puro ateísmo marxista, convirtiéndose al cristianismo posteriormente. Por este motivo fue marginada, perdiendo sus puestos de profesora y bibliotecaria, terminado trabajando de ascensorista. Después fue encarcelada y expulsada del país, viviendo posteriormente en Francia. Fundó un movimiento feminista llamado “María”, que tenía como patrona a la Madre de Dios.

Criticó al sistema comunista de forma valiente diciendo, entre otras cosas, que en la URSS no había libertad. 

En la página 31, dentro del Capítulo Segundo intitulado “Carta a una amiga en Occidente. La conversión”, se lee una carta que Tatiana escribe a una amiga residente en Francia:

“Has podido desarrollarte normalmente, leer libros que deseabas, escoger tus amigas y tu profesión, ir a cualquier país o incluso fundar una familia con sus pequeñas preocupaciones, ir a un monasterio o consagrarte a la ciencia. En cuanto a mí, he nacido en un país en el que los valores culturales, religiosos y morales han sido extirpados conscientemente y con éxito; partiendo de cero, debía ir a parar a cero. Tenía yo una amiga de mi infancia que se suicidó a los 15 años porque ya no soportaba lo que le rodeaba”

En la página 99, dentro del Capítulo Quinto intitulado “La mujer en la iglesia”, escribe Tatiana:

“En nuestro país a las mujeres les gusta estudiar; hay más mujeres universitarias que hombres. Lo quieran o no, tienen que trabajar en los mismos oficios que los hombres, igual que ellos, porque un solo salario no es suficiente para alimentar a la familia”.

A continuación dice que “la mujer es también el centro moral de la familia donde los niños ven a su padre borracho casi todo el tiempo” y sigue:

“En una palabra, se ha instituido en nuestro país un matriarcado involuntario y triste; la mujer soviética, en efecto, se ha emancipado, pero está dos veces más sujeta al hombre. El alma de las que tienen responsabilidades en nuestro Estado es la más trabajada, la más encadenada. Es la ‘libertad’ del poder por el sufrimiento y por la servidumbre a otro. Una mujer que hace una carrera debe acallar su conciencia, olvidar que tiene corazón, que es un ser humano, y estar dispuesta a andar sobre cadáveres”.


Este libro, y otros que hemos comentado, no se ven por ahí. Los comentarios de los de la internacional de la mentira, del odio y del terror, brillan por su ausencia. Pero, claro, oiga, siguen adorando a la destartalada URSS que, como decía uno que conocimos personalmente, y que había ganado mucho dinero traficando con medicamentos, la URSS “es una sociedad perfecta”. Si hubiese vivido allí en sus tiempos de traficante, en vez de en España, su vida duraría menos que el tiempo que paraba el tren expreso en la estación de Peñamiel asturiana.



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