miércoles, 12 de septiembre de 2018

"Los olvidados" ( y I I I )



El título completo del libro es “Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin”, autor  Tim Tzouliadis, edición en castellano de Randon House Mondadori, S.A., Editorial Debate 2.010, 521 páginas.

Y terminamos. El presente libro, además de contarnos las penurias y el terror que sufrieron muchos norteamericanos, nos narra algunos aspectos de cómo funcionaba aquella pobre sociedad soviética engañada desde el poder por los fanáticos jefes del partido.

Como prueba de este fanatismo, una frase de Lenin que aparece en el Capítulo 14 intitulado “La fiebre del oro soviética”, página 180:

Cuando logremos la victoria a escala mundial, instalaremos retretes públicos de oro en las calles de las ciudades más grandes del mundo”.

Como no podía ser de otra manera, también el terror del sistema sale aquí a relucir. Así, en el Capítulo 17 intitulado “Marcas estadounidenses de un genocidio soviético”, página 226, se lee el siguiente párrafo:

“Para que las cárceles desaparecieran para siempre, construimos nuevas cárceles . . .Para que el trabajo se convirtiera en un descanso y un placer, introdujimos los trabajos forzados, Para que no se volviera a derramar una gota de sangre,  matamos, matamos y matamos”.

Estas son unas palabras del disidente soviético Andrei Siniavsky que, junto a Yuli Daniel, fueron dos escritores condenados a trabajos forzados en 1966.

Asimismo, también nos cuenta el autor cómo se condenaba a presos por el simple hecho de llevar cosido  un texto del Salmo 91, costumbre esta que databa de la Gran Guerra. En la página 154, dentro del Capítulo 12 intitulado “Sumisión a Moscú”, se lee:“Veinte años después, los presos de Stalin repetían las viejas tradiciones de la Madre Rusia”.

Otro relato del terror staliniano fue la condena de Nikolai Bujarin, definido por Lenin como “el hombre más capaz del Partido” (Idem página). Una vez en la cárcel, Bujarin escribió a Stalin suplicándole clemencia:

“El antiguo Bujarin ya ha muerto, ya no vive en este mundo. Si se me concediera la vida física, sería para vivir en beneficio de la patria socialista, cualesquiera que fueran las condiciones en las que tuviera que trabajar: en una celda solitaria, en un campo de concentración, en el Polo Norte . . . que crezca un nuevo, un segundo Bujarin . . . Se cruzarán grandes fronteras históricas bajo la dirección de Stalin, y no lamentarás el acto de caridad y misericordia que te pido: me esforzaré por demostrarte, con todas las fibras de mi ser, que ese gesto de generosidad proletaria estaba justificado”.
En el párrafo siguiente, nos dice el autor:
“El antiguo ideólogo del Partido debería haber sabido que era inútil pedir ‘generosidad proletaria’ a Stalin, un hombre tan entregado a la ‘crueldad proletaria’ ”.

Libro estremecedor que está basado en los testimonios de supervivientes que, milagrosamente, salieron de aquella horrorosa tragedia. Ni qué decir tiene que todo esto fue negado hasta que se derrumbó el comunismo. La gente perdió el miedo y empezó a contar lo que había sucedido.

En fin, y como siempre, libro recomendado para los de la memoria histórica y para los de la internacional de la mentira, del odio, del terror y del engaño.



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