martes, 11 de septiembre de 2018

"Los olvidados" ( I I )



El título completo del libro es “Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin”, autor  Tim Tzouliadis, edición en castellano de Randon House Mondadori, S.A., Editorial Debate 2.010, 521 páginas.

Como decíamos en la entrega anterior, en ésta comentaremos algo sobre los capítulos 8 y 12, intitulados respectivamente “El Terror, el terror”, páginas 93 a 108,  y “Sumisión a Moscú”, páginas 153 a 166. En la página 95 y siguientes se lee:

“La Unión Soviética ya no se tambaleaba al borde del abismo. El Estado revolucionario había caído ya en él, empujado por las manipulaciones dela fuerza cuyo nombre no se podía pronunciar. Por encima de todo, el NKVD infunde miedo, ya que su poder sobre todo ciudadano estaba más allá de toda justificación. Ya había pasado el tiempo en que se podía uno marchar de Rusia. Ahora la única esperanza de protección estaba en la oscuridad, en esconderse de la gente y abandonar cualquier cargo de responsabilidad y las poblaciones de cierto tamaño. Los más astutos renunciaban sin explicaciones a sus carreras de gestores industriales para hacerse albañiles, o abandonaban su trabajo de médicos para atender caballos en una granja colectiva. Los que habían interpretado a tiempo las señales se esfumaron para reaparecer, si tenían suerte,  en la comunidad de exiliados rusos en París o Niza. Eran tiempos, según las palabras del poeta Alexander Blok, de estar ‘más callados que el agua, más bajos que la hierba’. Pero en 1937 las fronteras de la URSS fueron selladas por completo. Las oportunidades de huida estaban agotadas, y lo que antes era inminente había llegado ya.

¿Quién se atrevía a hablar en voz alta en la Rusia soviética? 

Prácticamente nadie, ya que la consecuencia no era el encarcelamiento por disidente, sino la ejecución inmediata. Además no existía ningún medio de protesta que no estuviera bajo el control del Estado. Entre los intelectuales de Rusia, hacía mucho que los más perspicaces se habían dado cuenta de la capacidad criminal de la revolución. El padre de la psicología moderna, Ivan Pavlov, tenía ochenta y cinco años 2l 21 de diciembre de 1934. Sus experimentos sobre el comportamiento le habían valido el Premio Nobel, y su reputación científica internacional lo hacía prácticamente intocable. Después de las detenciones masivas en Leningrado, Pavlov había escrito una indignada carta al Consejo de Comisarios del Pueblo de la URSS:

‘En vano creéis en la revolución mundial . . .Vosotros no extendéis la revolución sino el fascismo, con gran éxito, por todo el mundo . . . El fascismo no existía antes de vuestra revolución . . . Sois el terror y la violencia . . .¿Soy el único que piensa y siente así? Tened compasión de la Madre Patria y de nosotros’.
Cuando Ivan Pavlov murió, dos años después, el NKVD había reunido cinco volúmenes de denuncias de informadores contra la máxima figura de la ciencia soviética”
Otro premio Nobel, en este caso de Literatura del año 1933, represaliado por el sistema fue Ivan Bunin que huyó de la URSS salvando así  su vida. En su diario anotó:

“La  Gran Revolución Rusa es mil veces más bestial, sucia y estúpida que el vil original que pretende copiar, porque supera – paso a paso, punto por punto y de modo horriblemente desvergonzado y explícito – el sangriento melodrama que se presentó en Francia” (página 96).

En fin, y como siempre, libro recomendado para los de la memoria histórica y para los de la internacional de la mentira, del odio y del engaño.

Continuará.



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