miércoles, 1 de marzo de 2017

Intelectuales “comunistas” de lujo ( y I I I )


Después de comentar algo en las dos anteriores entregas sobre Saramago y  Neruda, esta última la dedicaremos a Rafael Alberti que, como decíamos en los artículos anteriores, fueron unos intelectuales “comunistas” que vivieron con gran lujo en el mundo capitalista, al que tanto criticaban y odiaban.


También decíamos que, en el pasado siglo XX, guerrero y revolucionario, pulularon “pensadores químicos” e “intelectuales”, algunos de ellos pedantes infumables que, dotados de una ceguera voluntaria (permítasenos parafrasear el título del libro de Christian Jelen “La ceguera voluntaria”, ya comentado en este blog con fechas 7 y 10 de enero de este año 2017),  cayeron en las redes del marxismo-leninismo, ideología totalitaria, dogmática, tiránica, criminal y asesina, enemiga de la democracia y de otras muchas cosas.

De estos “intelectuales”, por poner unos ejemplos, destacan el luso José Saramago, el chileno Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalt (Pablo Neruda), Rafael Alberti y el peruano César Vellejo, que en 1923 se vino a Europa no regresando jamás a su patria. Además de éstos se podrían citar a A. Breton, P. Eluard, L. Aragon, etc.

Y terminamos con Rafael Alberti recordando unas palabras suyas 
pronunciadas ante los micrófonos de RNE al regresar a España, de la que había huido cobardemente: “Marché de España con el puño cerrado y hoy regreso con la mano abierta y tendida a todos los españoles”. Sin comentarios.

A continuación transcribimos lo que nos dice D. Juan Ignacio Luca de Tena en la página 283 de su obra “Mis amigos muertos”, Editorial Planeta, Barcelona 1972, 339, páginas:

“Aunque parezca extraño, la verdad es que yo no conocía a Alejandro Casona con anterioridad a la guerra civil. Durante la Monarquía, cuando todavía era posible la convivencia en España, yo había sido amigo de muchos escritores e intelectuales de extrema izquierda, entre otros, para citar a muy conocidos, de Julio Alvarez del Vayo, de Cipriano Rivas Cherif, de Jacinto Grau y del gran poeta siempre y, en la revolución,  intransigente y cruel ciudadano Rafael Alberti, presidente de una organización llamada de intelectuales antifascistas, que tenía una checa en la calle Serrano”. (Lo destacado en rojo es nuestro).

Vamos ahora a la gran responsabilidad que tuvo el poeta comunista Rafael Alberti en el asesinato de García Lorca, según se lee en el diario ABC de fecha 22 de enero de 1967, página 67:

“Más sobre la muerte de García Lorca. Un poema envenenado.
He aquí una versión poco difundida sobre las circunstancias que rodearon la desaparición de Federico, escuchada en Buenos Aires de labios del ilustre escritor, ex embajador de la República Española en Londres, D. Ramón Pérez de Ayala. Dejamos consignado el relato como un aporte más al aguafuerte trágico y confuso que constituye la misteriosa muerte de un gran poeta español, cuyo nombre fue uncido al carro de la propaganda política sin entrar en apreciaciones sobre su historicidad. En el estado actual de conocimientos sobre el caso, resulta aventurado pronunciarse a favor de determinada versión. Contra la que se transcribe a continuación, está el hecho de que Rafael Alberti se hallaba en Ibiza al producirse el Alzamiento, y en la isla permaneció escondido hasta ser conquistada por la expedición Bayo, el 15 de agosto de 1936, por lo que difícilmente podía estar actuado en Madrid antes del 18, fecha probable de la muerte del poeta granadino.

García Lorca que, por sus vinculaciones con las izquierdas, se había refugiado, temeroso, en casa de su gran amigo el poeta falangista Luis Rosales, apenas salía de su refugio. Cuando lo hacía, era atentamente observado por los exaltados milicianos nacionalistas, que miraban con recelo a Federico. Parece que en una de estas salidas fue preguntado por los milicianos a dónde iba. Lorca contestó que a entregar unas cartas para unos amigos y familiares que estaban en la zona republicana, y que un mensajero conocido se había ofrecido a llevar. Los milicianos, probablemente falangistas, aceptaron la versión con cierta incredulidad. Días después, por la radio de Madrid se escuchó la voz de Rafael Alberti recordando al gran poeta republicano Federico García Lorca que se encontraba prisionero de los traidores rebeldes, pero que no había perdido su fe en el triunfo, y por eso había enviado a sus amigos de Madrid unos versos que acto seguido iba a leer ante el micrófono. En efecto, Alberti dio lectura a unos versos tremendos en los que se insultaba con los vocablos MAS SOECES a los jefes sublevados, poesía evidentemente no imputable a Lorca, siempre correcto y elegante de expresión. Tenían, por el contrario, aquellos versos, la factura de Alberti, quien terminó la audición agradeciendo a Lorca el envío de sus versos y haciendo votos por su pronta liberación.

Parece que los milicianos y falangistas que desde la zona granadina escucharon la emisión, se encolerizaron contra García Lorca, considerándose burlados por él cuando les dijo que iba a enviar unas cartas a los amigos y familiares de Madrid, pues en realidad, y por lo escuchado, lo que había hecho era facilitar material de propaganda con su nombre y firma a los republicanos. Esta supuesta actitud de Lorca habría desencadenado la iracundia de sus fanáticos acusadores, quienes le dieron muerte en un entrevero de desorden y terror que nunca pudo, con certeza, aclararse. Amigos comunes de Alberti y Federico habrían reprochado más tarde al primero el haber atribuido a Lorca unos versos que no había escrito, y que habían equivalido a su condena de muerte, a lo que Alberti respondió disculpándose que con ello había querido intentar evitar que los nacionalistas utilizaran para su propaganda a Federico, adelantándose él para dejarlo públicamente comprometido con la causa republicana ».

El gran intelectual mejicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, nos dice en su obra “El ogro filantrópico”, Editorial Seix Barral 1990, 352 páginas, lo siguiente:

«Casi todos los escritores de Occidente y de América Latina, en un momento o en otro de nuestras vidas, a veces por un impulso generoso, aunque ignorante, otras por debilidad frente a la presión del medio intelectual y otras simplemente por ‹estar a la moda›, hemos sufrido la seducción del leninismo. Cuando pienso en Aragon, Eluard, Neruda y otros famosos poetas y escritores estalinistas, siento el escalofrío que me da la lectura de ciertos pasajes del Infierno”. 



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