Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos cómo el satélite soviético, el cubano Fidel Castro Ruz (no Ruíz como escriben muchos), se constituyó en abanderado de todo esto en el ya abonado terreno de Iberoamérica.
Como ya sabrán, el 1 de enero de 1.959 “Manguito”, un guerrillero revolucionario de origen gallego, hacía su entrada “triunfal” en La Habana. Los que ya peinamos canas recordamos esto perfectamente. Lo que nadie dice es que dicha entrada “triunfal” fue protegida y auspiciada por el arzobispo de Santiago Pérez Serante y sus obispos. Tampoco se dice nada del rosario que llevaba Fidel en su cuello.
A la sazón, el gobierno de EE.UU. quedó un tanto seducido por los comentarios que aparecían en el “New York Times”, que presentaba a “Manguito” como un rebelde intachable que perseguía instalar en Cuba la “justicia social cristiana” y acabar con aquello de que la isla era el prostíbulo de EE.UU. (Sobre esto conviene recordar que si esto era cierto, Cuba es ahora el prostíbulo del mundo. No hay más que darse una vuelta por el muelle de Paula y ver a “jineteritas” de 14 y 15 años “pugilateando el dólar”. Ustedes ya me entienden). También aquí en España mucha gente quedó seducida. Hubo incluso anuncios de algunas empresas que presentaban la imagen del barbudo Fidel, aunque posteriormente, una vez descubierto el engaño, la suprimieron.
Una vez tomado el poder y con las riendas en la mano, Fidel se quitó su careta cristiana y comenzó alardear de su antiguas ideas marxistas-leninistas, convirtiendo a Cuba en una férrea y total dictadura, a la vez que también la convertía en una auténtica base soviética que, como también recordarán, provocó la crisis de los misiles en 1962, que no terminó en un desastre gracias a Kennedy y a Kruschef, que decidió retirar dichos misiles que la Unión Soviética tenía instalados allí, a cuatro pasos de la costa de Florida.
Por otra parte, lo que también estaba previsto era convertir a la isla en cabeza de puente para el asalto a toda Sudamérica, y también a Méjico, bajo la apariencia del marxismo cristiano.
Ya como dueño de Cuba, Castro recibió unos documentos sobre los pasos que había que dar para subordinar y destruir a la Iglesia Católica, documentos doctrinarios del marxismo-leninismo.
Sobre este tema, ahí tenemos las aventuras del Che Guevara en Bolivia, jaleadas y aireadas por la propaganda que presentaban a este sujeto como un evangelista revolucionario.
En la próxima entrega veremos los movimientos cristiano-marxistas de “liberación”
Continuará.
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