martes, 21 de febrero de 2023

Historia, no historieta, “Sanchidad” ( V I I )


 



Y seguimos con el tema de lo acontecido en aquella nefasta Segunda República Española que fue un “legado de luz”, según manifestó su “Sanchidad” en su día por aquello de “recuperar la memoria democrática” suya, y la “memoria histórica” de su colega Zapatero.

Como ya saben, el nefasto personaje Largo Caballero se valió de todo tipo de argucias y mentiras para desencadenar la revolución de octubre de 1934. Entre dichas argucias estaba la de que en el Gobierno habían entrado algunas personas de la CEDA. Esto era mentira porque la decisión de desatar y desencadenar dicha revolución ya se había tomado mucho tiempo antes. Así lo demostró Amaro del Rosal Díaz, miembro del PSOE y de la UGT, que no estaba de acuerdo con los planteamientos del “Lenin español”.

El que sí estaba de acuerdo era Indalecio Prieto que, desde hacía bastante tiempo, había comentado “desencadenar la revolución social con todas sus consecuencias, sacrificios y dolores”. Esto aparece en la página 8 del diario “La Voz de Asturias” de fecha 8 de febrero de 1934, con el título de “Notas del día”, como pueden ver en la imagen.

Recomendamos a su “Sanchidad” que vea las esquelas de las personas asesinadas por sus correligionarios, así como también le recomendamos que lea el libro de Manuel Azaña intitulado “Causas de la guerra de España”, Editorial Crítica S.L., 2.002, 163 páginas incluido índice. En la página 96 se puede leer:

“En el territorio dependiente del gobierno de la República, caían frailes, curas, patronos, militares sospechosos de fascismo, políticos de significación derechista. Que todo esto ocurriera, en su territorio, contra la voluntad del gobierno de la República y a favor del colapso en que habían caído todos los resortes del mando, es importante para los gobiernos mismos y para su representación política. Pero si las atrocidades cometidas en uno y otro bando se consideran, no desde el punto de vista de la autoridad del Estado y de la justicia legal, ni del de la responsabilidad de quienes hayan gobernado en cada zona, sino como un fenómeno patológico en la sociedad española, el valor demostrativo de unos y otros viene a ser lo mismo; su carácter, mucho más entristecedor. La guerra es todavía una fase de la política. Juzgamos la licitud o la ilicitud de una guerra según los designios políticos que persigue. Las atrocidades del resentimiento homicida no pueden juzgarse con ese criterio. No es menester apelar a él para reprobarlas, ni es permitido invocarlo para absolverlas. Tal primitivismo de sentimientos, un desastre tan irracional de los instintos, suprimen la política, la expulsan. Ya sabemos que existe el recurso de organizar la ferocidad y utilizarla como arma defensiva del estado. Sistema del terrorismo, con el que la violencia inmoral parece reincorporarse a una razón política. Mas, si las atrocidades resultantes del desorden inficionan mortalmente la causa que pretenden servir, el terrorismo organizado no asegura nada, ni siquiera su propia duración”.

Nota. En la esquela que adjuntamos figuran tres tíos abuelos del que estas líneas escribe.

Continuará.




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