Y seguimos con el tema de lo acontecido en aquella nefasta Segunda República Española que fue un “legado de luz”, según manifestó su “Sanchidad” en su día por aquello de “recuperar la memoria democrática” suya, y la “memoria histórica” de su colega Zapatero.
Después de los movimientos revolucionarios en aquel
octubre de 1934, el republicano Alejando Lerroux García, a la sazón Presidente
del Consejo de Ministros, encargó a Diego Hidalgo, Ministro de Guerra, que
recuperara el orden en Asturias. El día 5 quedó separado de la toma de estas medidas
el Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, el general Carlos Masquelet
Lacaci, que también fue varias veces Ministro de Guerra. Esta separación estaba
motivada por la analogía y afinidad del general con Manuel Azaña.
Para dirigir las maniobras contra los revolucionarios,
fueron nombrados los generales Manuel Goded Llopis y Francisco Franco
Bahamonde. Ambos generales trazaron un plan militar para atacar a los
revolucionarios por cuatro sitios, utilizando ejército de aviación, de tierra y
de la marina. El Consejo de Ministros designó al general López Ochoa como
encargado de las operaciones militares sobre Asturias.
El general Carlos Bosch Bosch, ese mismo día 5 de
octubre de 1934, salió de la ciudad de León al mando de una columna de
Infantería. Cerca de la localidad asturiana de Pola de Lena, quedaron
paralizados por los revolucionarios hasta el día 10, en el que el general Amado
Balmes Alonso, con la ayuda y apoyo de la aviación, logró abrir el asedio.
Ante esta situación revolucionaria, Lerroux declaro el
estado de guerra el día 7, partiendo desde Lugo el general Eduardo López de
Ochoa y Portuondo con tropas gallegas. El día 9, ya controlaba la ciudad de
Avilés, desembarco en Gijón en la madrugada siguiente, al mando del Teniente
Coronel Juan Yagüe Blanco, legionarios y dos tabor de regulares. Esta tropa, y
con la ayuda de la artillería naval, en dos horas dominaron las principales
posiciones que los revolucionarios habían conquistado en la ciudad.
Otro grupo, procedente de Bilbao al mando del Teniente
Coronel José Solchaga Zala, entró en Asturias. El día 11 López de Ochoa entra
en Oviedo, mientras Yagüe se hace con la Fábrica de Armas, produciéndose
brutales enfrentamientos hasta el día 13, fecha en la que cayó Oviedo.
Ante esta situación, el Comité Regional Revolucionario
se convenció de que la revolución se estaba acabando, ordenando Ramón González
Peña su disolución el día 11. Como no podía ser de otra manera, huyó y se
escondió en la localidad de Ablaña, perteneciente al concejo de Mieres.
Esta disolución no fue aceptada por los jóvenes, que
crearon otro Comité, continuando con la lucha, terminando replegándose en las
cuencas mineras. En la citada localidad minera de Mieres, el día 15 de octubre
hubo un pacto entre el general López Ochoa y Belarmino Tomás Álvarez, el nuevo
presidente del Comité Revolucionario, para la entrega de armas , con la
condición de que las tropas no entraran en las cuencas mineras. Este acuerno no
gustó ni a José María Gil Robles, ni al Teniente Coronel Yagüe, ni a Franco. El
día 19 Asturias estaba absolutamente controlada.
Después de la ocupación, Oviedo quedó destruida y
devastada: la Cámara Santa de la Catedral fue volada, siendo incendiado el
Teatro Campoamor, amén de quedar destruida la Universidad. El Banco de España
fue asaltado por miembros del Comité Revolucionario, llevándose una gran
cantidad de dinero (14,5 millones de pesetas), siendo saqueados comercios,
domicilios, firmas financieras, etc.
Esta revolución costó la vida a más de mil personas
civiles, amén de Guardias Civiles, Guardias de Asalto, Carabineros, militares,
religiosos, etc.
Un asesinato monstruoso fue el de los Mártires de
Turón (Mieres), que tuvo lugar el 9 de octubre de 1934. Se asesinaron 8
hermanos de La Salle y un religioso Pasionista. Vean la foto
¡Ah! ¿le contaría su “Sanchidad” al Papa este
asesinato de religiosos cuando le visitó? ¿No hay que contar el “legado de
luz”?
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario