Su nombre era el de Gonzalo Fernández de Córdoba. Nació en la localidad cordobesa de Montilla en 1453, falleciendo en Granada en 1515. Este personaje era un modelo de elegancia, de donaire, de valentía, de gracia, de garbo, etc.
Este caballero, por cuestiones azarosas de la guerra, se
encontró con otro caballero francés de las mismas características suyas: el
duque de Nemours. Los dos iban a luchar frente a frente con sus respectivas
tropas en los terrenos italianos.
La batalla fue de pavor. Vencieron los españoles,
quedando el duque de Nemours muerto en la lucha. Cuando lo vio el Gran Capitán,
se arrodilló ante él, empezando a llorar. Les dijo a sus soldados que “era
mi enemigo, pero fue también un valiente”, frase esta que dejó a los
soldados un tanto sorprendidos. Una vez que se puso en pie, ordenó rendir honores
al cadáver del francés.
El Gran Capitán luchó siempre contra moros y
franceses, no perdiendo nunca una batalla, como lo demuestran sus victorias de
Granada, Nápoles, Calabria, Garellano, etc.
Se comenta que cuando fue virrey de Nápoles, Fernando
el Católico le pidió cuentas de lo que había gastado, lo que le causó una
pequeña molestia, ya que consideraba el asunto como una desconfianza. Le
contestó con cosas fantásticas y simpáticas, como la siguiente, en la que dice
que se había gastado en:
“En recomponer campanas destruidas por
tanto repicar a causa de nuestras victorias sobre el enemigo, ciento setenta
mil ducados”.
Se retiró a Loja (Granada), en donde enfermó. Lo
llevaron a Granada con la intención de curarle, falleciendo rodeado de su
familia, amén del respeto, cortesía, devoción y admiración de los granadinos.
Fuente: páginas 58 y 59 del libro “Cien figuras españolas. Biografías de españoles célebres”, autor Antonio J. Onieva, Imprenta Casa Editorial “Hijos de
Santiago Rodríguez”, Burgos 1951, 212 páginas.
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