El título completo del libro
es “Los nuestros. La vida de una familia
en la Unión Soviética contada con sarcasmo”, autor Serguéi Dovlátov,
Editorial άltera S.L., 2008, 157 páginas.
Antes de comentar algo sobre
este libro, transcribiremos lo que se lee en una de sus solapas y en la
contraportada del mismo. En la primera, dice así:
“Serguéi Dovlátov (1941, Ufa – 1990, Nueva York) murió
en la ambulancia que le trasladaba al hospital a causa de la enfermedad que
padeció toda la vida: el alcoholismo. Había nacido en septiembre en 1941 en
Ufa, durante la evacuación de San Petersburgo en la Segunda Guerra Mundial. En
1978 emigró a Nueva York, en donde publicó en ruso la mayor parte de su obra.
Todos sus libros aparecieron después en inglés” con rotundo éxito.
En la contraportada se lee:
“Los relatos de los súbditos de la Unión Soviética
suelen ser terribles, como espantosa e injusta era la vida bajo el comunismo:
persecuciones, exilios, encarcelamientos, despidos, torturas, ejecuciones,
miseria, delaciones . . .
Serguéi Dovlátov, autor de cuentos y novelas, emplea
un método particular para describir la maldad y estupidez del régimen
bolchevique: el sarcasmo aplicado a la vida cotidiana. A medio camino entre la
novela y el cuento, Dovlátov nos habla en “Los nuestros” de personajes excéntricos y
geniales que son sus parientes: abuelos, tías, primos . . .
Pero el verdadero protagonista es el universo absurdo,
caótico e infranqueable en que se mueven. Un lugar y un tiempo en el que
encontrarse a uno u otro lado de la verja del campo de trabajo no suponía más
que una mera formalidad”.
Una vez visto esto,
transcribiremos también algunas frases y situaciones que se narran en el libro.
Así, en la página 54 se lee:
Mi tía era miembro del Partido. No la culpo. Muchas
personas dignas y honradas fueron a parar al Partido Comunista. Ellos no tienen
la culpa. Sólo quería vivir mejor. Ocupar cargos más altos . . .
Por supuesto, a mi tía le dolía que persiguieran a
Ajmátova y Zóschenko. Y cuando se ensañaron con Pasternak incluso se puso
enferma. Mi tía decía:
-
Es una decisión política equivocada. Así es como
perdemos nuestro prestigio en Occidente. Como destruimos en parte las
conquistas del XX Congreso . . .
En las páginas 124 y 125 se
narra como “los muchachos de la KGB”
vigilaban a los escritores disidentes, entre ellos a Sájarov y cómo despedían
sarcásticamente a estos “muchachos” diciéndoles que la próxima vez no olvidasen
traer la orden de arresto.
En las páginas 151 y 152 nos
narra el autor lo que ocurrió un día después de que su hija regresó del jardín
de la infancia. La niña le espetó:
.- ¿Tú quieres a Brézhnev?
Hasta entonces no había tenido ocasión de educarla. La
percibía como un valioso objeto inanimado. Y he aquí que tenía que explicarle
algo. . .
Le dije:
.- Sólo se puede querer a quien conoces bien, Por
ejemplo a mamá, a la abuela. O, si no hay nada mejor, a mí. A Brézhanev no lo
conocemos, aunque veamos a menudo sus retratos. A lo mejor es una buena
persona. O tal vez no. ¿Cómo se puede querer a un desconocido? . . .
.- Pues nuestros maestros lo quieren – dijo mi hija.
.- A lo mejor ellos lo conocen mejor.
.- No – dijo mi hija – lo que pasa es que ellos son
maestros. Y tú no eres más que papá.
Luego empezó a hacerse mayor muy deprisa. Me hacía preguntas complicadas.
.- ¿Cómo es que siguen sin publicar nada tuyo?.
.- Porque no quieren.
.- Escribe entonces sobre un perro.
En fin, estas palabras se
comentan por sí solas.
Como siempre, libro
recomendado en especial para aquellos “demócratas” amantes de la “libertad” y
para los pedantes infumables marxistas gramscianos que defendían este
monstruoso régimen, y que incluso hablaban de la “pax soviética”.
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