Continuamos con los libros “Poesía
española del Siglo de Oro”, Ediciones 29, Madrid 1990, 113 páginas; "Los
mejores romances de la lengua castellana", Edicomunicación, S.A.,
1999, 256 páginas, y “Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas”,
Editorial EDIMAT LIBROS (Ediciones y Distribuciones Mateos), Madrid 1999, 317
páginas incluido “Índice”.
En las 26 y 27 del primer libro, figura
una poesía de Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575). Dice así:
“El ponese el arrebol
y lo blanco y colorado
en un rostro endemoniado
con más arrugas que col,
en las cejas alcohol,
porque puede devisarse, ( I )
no puede tragarse.
El encubrir con afeite
hueso que entre hueco y hueco
puede resonar un eco,
y el tenedlo por delite,
y el relucir como aceite
rostro que era justo hollarse,
no puede tragarse.
El encubrir la mañana
los cabellos con afán
y dar tez de cordobán
a lo que de sí es badana,
y el ponerse a la ventana,
siendo mejor encerrarse,
no puede tragarse.
El decir que le salieron
las canas en la niñez
que de un golpe otra vez
los dientes se le cayeron,
y atestiguar que lo vieron
quien en tal no pudo hallarse,
no puede tragarse”
( I ).- Así está escrita esta
apalabra en el libro.
En las páginas 79 y 80 del segundo libro, aparece el
siguiente romance:
“Nuño Vero, Nuño Vero,
buen caballero probado!
hinquedes la lanza en tierra
y arrendedes el caballo,
preguntaros he por nuevas
de Valdovinos el franco.
-Aquesas nuevas, señora,
yo vos las diré de grado:
Esta noche, a media noche,
entramos en cabalgada
y los muchos a los pocos
lleváronnos de arrancada.
Hirieron a Valdovinos
de una mala lanzada,
la lanza tenía dentro,
de fuera le tiembla el asta;
su tío, el Emperador,
a penitencia le daba;
o esta noche morirá,
o de buena madrugada.
Si te plugiese, Sevilla,
fueses tú mi enamorada;
amédesme, señora,
que en ello perderéis nada.
-¡Nuño Vero, Nuño Vero,
mal caballero probado!
yo te pregunto por nuevas,
tú respóndesme al contrario,
que aquesta noche pasada
conmigo durmiera el franco;
él me diera una sortija,
y yo le di un pendón labrado”.
En el tercer libro, en las páginas 37 y 38, aparece
una rima del genial Bécquer. Dice así:
“Los
invisibles átomos del aire
en
derredor palpitan y se inflaman;
el
cielo se deshace en rayos de oro;
la
tierra se estremece alborozada.
Oigo
flotando en olas de armonía
rumor
de besos y batir de alas;
Mis
párpados se cierran . . . ¿Qué sucede?
.-
¡Es el amor que pasa!”
Continuará.
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