Como ya sabrán, en su día, concretamente el 25 de
agosto de 2019, comentamos el libro “Dios existe. Yo me lo encontré”,
autor André Frossard (1915-1995), Ediciones Rialp S.A.,1983,
versión española realizada por José María Carrascal Muñoz, 182 páginas,
incluidas las dedicadas a “LIBROS DE BOLSILLO RIALP”.
Como ya sabrán también, este es otro libro que los
“internacionalistas” de la mentira del odio y del terror, no mencionan para
nada, ya que su autor, marxista y obviamente ateo, nos narra su conversión al
catolicismo.
No cabe duda de que hay hechos que
nos indican que hay un Sumo Hacedor, un Ser Supremo, en una palabra, un Dios,
aunque dichos “internacionalistas” hablen y hablen de la naturaleza sin
mencionar para nada Quién la creó. Con decir que “toda referencia a Dios es
un auto vómito despreciable” (Lenin dixit), o con decir que “los dioses
han aparecido sobre la tierra para aplacar el hambre, para apagar la sed, en una
palabra, para remediar la miseria humana” (Marx dixit), está todo
solucionado.
Vamos a ver unos hechos y razones que
indican la existencia de Dios, hechos y razones que los citados
“internacionalistas” (algunos de ellos se auto consideran como “científicos”),
rechazan de plano y no mencionan para nada.
En todas las culturas que han
aparecido a lo largo de la historia de la Humanidad, las personas estuvieron
convencidas de que había, y hay, un Dios. Esto lo creyeron, y lo creen,
millones y millones de personas de distinta forma de pensar, de distintas
situaciones económicas, sociales, etc. Hay que ser muy atrevido, muy intrépido,
y muy temerario, o muy mal intencionado, para afirmar que dichos millones de
personas estuvieron, y están, equivocadas. El sofisma ad verecundiam es el que
impera: lo dijo Blas, punto redondo, siendo Blas Karl Marx, Lenin, Engels, Antonio
Gramsci, etc, etc.
Según los estudios realizados
últimamente, parece que hay dos Billones de galaxias ¿De dónde
salieron? ¿Del Big Bang? ¿Cómo se produjo esa explosión? ¿Cómo es que en la
gran complejidad del Cosmos se encuentre nuestro sistema solar, con nuestro
planeta Tierra, con todas sus características, que indican y apuntan a un Gran
Creador, Un ser Supremo, un Sumo Hacedor, es decir, un Dios?
Si echamos
un vistazo a las características de nuestro planeta, observaremos que hay
Alguien detrás. Por ejemplo, un elemento tan simple como el agua, con las
características ya sabidas de inodora, insípida e incolora, aunque la de los
mares sea salada, sin la que ningún ser vivo, sea de la peculiaridad que sea, puede
existir sin su presencia: ni plantas, ni seres humanos, ni animales.
¿Y qué decir
del cerebro humano? La cantidad de información que procesa de forma sincrónica
y simultánea es sencillamente extraordinaria: vemos varias cosas a la vez, con
sus formas, colores, disposiciones, etc. Nos damos cuenta de la temperatura que
hay, de los ruidos y silencios que nos rodean, así como también movemos
nuestras extremidades, amén de reconocer, registrar y expresar emociones, efemérides,
recuerdos, ideas, opiniones, doctrinas . . . todo ello a la vez. La pregunta
surge inmediatamente: ¿Quién lo creó? ¿El azar? ¿La casualidad? ¿El albur?
Si echamos
un vistazo al monumento tallado en una montaña de granito de Keystone en el estado
de Dakota del Sur (EE.UU.), montaña en la que se tallaron las caras de cuatro
presidentes de Estados Unidos considerados los más importantes: George Washington,
Thomas Jefferson, Theodore Roosewelt y Abraham Lincoln, pues eso, si echamos un
vistazo, ¿se puede pensar que esta gran obra es producto del azar y de la
casualidad? Evidentemente, no. De alguien partió la idea y alguien lo tuvo que
hacer.
Si nos
trasladamos ahora al mundo espiritual, ¿son también producto del azar el amor, el
cariño, la pasión, el coraje, la valentía, la dignidad, la decencia, la
modestia, la caridad, la compasión, la piedad, el deber, la obligación, etc,
etc?
En fin, el
que quiera entender que entienda.
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