domingo, 7 de noviembre de 2021

“KGB Leales camaradas, asesinos implacables”


 Así se intitula la obra escrita por Slava Katamidze, editado Editorial LIBSA, 2.004, 224 páginas incluido Bibliografía.

El autor, graduado en lenguas extranjeras por el Instituto Militar del ejército soviético, realizó posteriormente estudios en el Instituto de Leyes Internacionales de Moscú. Poseedor de un inmenso archivo fotográfico, junto con documentos oficiales rusos desclasificados después de la apertura parcial de los archivos de la KGB soviética, Slava nos cuenta la verdadera y terrible historia del comunismo en la desaparecida URSS.

El libro va desde la Checa del terror rojo implantado por Lenin ( I ), (quien solamente en Kiev y durante los seis primeros meses de gobierno bolchevique ordenó el asesinato y la tortura de más de 100.000 personas), hasta el derrumbamiento de la URSS.

Es muy interesante el apartado “La matanza de inválidos”, página 168,  en donde se habla de la matanza de inválidos perpetrada por los sicarios de Kruschev. También se lee en este apartado:

“Durante la época de Kurschev, los rasgos principales de la vida del partido fueron la mentira, la corrupción y la falta de escrúpulos, que impregnaron toda la sociedad, incluido el KGB”.

También hace referencia el autor a las famosas fosas de Katyn, en donde aparecieron miles de cadáveres de oficiales polacos asesinados por los rusos, aunque la historia oficial soviética lo haya negado hasta hace poco.

Hay dos apartados que llaman la atención. Son los intitulados “Las chispas de la nueva oposición” y “Matanza en Novocherkask”, páginas 167 y 168. Se puede leer:

“Se han escrito miles de libros sobre cómo Kruschev desmontó el monstruoso régimen de Stalin y cómo limpió los altos cargos de sus malvados lugartenientes; pero Stalin nunca envió tanques e infantería para matar gente desarmada en las calles, como hizo su sucesor. En 1.956, en Hungría, hubo por lo menos una resistencia armada contra el dominio soviético; pero hubo movimientos populares en otros muchos lugares que fueron aplastados brutalmente sólo porque amenazaban con derribar a Kurschev. No fue sólo un nulo economista y un mal administrador: fue casi tan cruel como Trotsky y Tujachevsky en la represión del descontento popular.

El 1 de junio de 1.962 se publicó un decreto aumentando el precio de la carne y la mantequilla. Los rusos no estaban acostumbrados a las subidas de precio; de hecho, en la época de Stalin, los precios bajaron, aunque muy poco, siete veces. Pero el problema estaba en que los precios subieron en un momento en que los sueldos en los talleres de metalurgia y forja de la fábrica de locomotoras eléctricas de Novocherkask acababan de reducirse en un 30 por ciento. Los obreros hicieron una reunión y la fábrica se paró. Cuando apareció Kurochkin – el director general – con su séquito, los obreros le preguntaron: ¿cómo vamos a vivir ahora?. Él les contestó arrogantemente algo así como: Antes comíais empanadas y ahora os vais a comer los codos.

A medido día todos los talleres estaban en huelga, algo inaudito e ilegal en la URSS. Fueron detenidos unos treinta obreros – los instigadores - , la ciudad se sublevó y se enviaron a ella tropas con carros de combate.

Al día siguiente hubo una marcha de protesta hacia el centro de la ciudad. Entre los manifestantes había centenares de mujeres y niños, muchos llevando retratos de Lenin. Pero ni esto les salvó. Las tropas estaban allí para disparar y si no lo hicieron desde el primer momento fue porque su jefe se suicidó antes que dar la orden de fuego. Pero el que le sustituyo lo hizo. La primera descarga mató sobre todo a niños, que estaban subidos a los árboles viendo la manifestación. Entre los manifestantes, hubo más de setenta muertos. Mandaba las tropas el general Pliev, un héroe de guerra, y se usaron balas explosivas con efectos terroríficos. Al hospital llegaron centenares de heridos y había charcos de sangre en las calles. El régimen había disparado contra su propio pueblo indiscriminadamente. Finalmente, al día siguiente se dispersaron las concentraciones y manifestaciones, y llegaron dos colaboradores inmediatos de Kruschev – Mikoyan y Kozlov – para dominar la situación. Mikoyan no di ninguna clase de disculpas; dijo que los que había organizado la carnicería habían sido los enemigos del pueblo porque, como las balas explosivas no eran reglamentarias en el ejército soviético, tenían que ser de los enemigos. Habría sido risible de no ser trágico.

Entonces, llegó el KGB con todos sus recursos. Los heridos desaparecieron y sus familiares fueron inmediatamente deportados. Todas las persona localizadas o fotografiadas en la manifestación desaparecieron también. A los instigadores los llevaron a la prisión central de Vladimir. En los juicios que siguieron, nueve fueron fusilados y a dos mujeres las condenaron a quince años de cárcel. A todos se les condenó como delincuentes y no como oponentes políticos al régimen, porque las concentraciones de masas se consideraban como bandolerismo. Lo más asombroso de esta historia es que en la URSS casi nadie supo nada de ella y en el extranjero, mucho menos. Fue el mayor logro de Vladimir Semichastny – entonces jefe del KGB – y del ministro de Defensa, general Malinovsky”.

Libro recomendado para “nosotros los del foro marxista” y para “nosotros los rojos”. También recomendado para algún que otro intelectualillo marxista de pluma fanática, pedante y monótona que confundía historia con mito y leyenda y que iba por el mundo como misionero “in partibus infidellium”, (“en tierras de infieles”) “enriqueciendo”, “analizando” y “esclareciendo”.

( I ).-  Como ya sabrán, El Coleta Pablo Iglesias dijo en su día que el monstruoso Lenin era un genio.



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