sábado, 27 de noviembre de 2021

Los asesinos de Montesquieu y su rebaño


 Hay que “recuperar la memoria histórica”, que más bien es rescatar la mentira histórica, oiga.

A parte del daño económico infligido por el gobierno socialista del Bobo Solemne, se produjo otro de gravísimas consecuencias: el ataque directo y sin ambages contra el Poder legislativo. El asunto tuvo sus comienzos a mediados de los años ochenta con aquello de “Montesquieu ha muerto”, pronunciado por el flébil y ciclotímico Alfonso Guerra. La voladura de los cimientos del Estado de derecho ya se produjo en aquel entonces. El finiquito y sepelio de la separación de poderes quedó servido. Sólo faltaba la incineración de lo poco que quedaba de la Justicia, que ha sido encadenada, junto a los jueces, a las decisiones políticas del Gobierno. Golpe mortal contra la Audiencia Nacional. Para eso está, según nos dicen, el “derecho alternativo”, derecho que no existe, ni está escrito, pero vale para pasarse la ley por el forro de los dídimos.

 Todo esto fue uno de los peajes políticos que tuvo que pagar en su día el bobo solemne para con seguir uno de sus objetivos: la desmembración de España. Para esta desmembración valía todo:  desde el maquillaje político, a la ingeniería mediática, de la que el gran artífice era el magro Pepiño Blanco, cuando empezaba sus discursos con el consabido “el Partido Polular . . .”

En fin, así son estos pastores que intentan convencer, y convencen a su rebaño, de las buenas intenciones del lobo.

 Y así llegamos a los tiempos actuales, peores que los del “zapaterato” ¡que ya es decir!



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