Así se intitula el libro escrito por Václav Havel, Colección Austral-Espasa Calpe, 1995, 187 páginas. Vamos a insertar lo que nos dice el autor sobre el odio. Lo primero que haremos será un breve comentario sobre quién fue Václav Havel (1936-2011).
Como ya sabrán, fue un escritor y político checo,
siendo el último presidente de Chescoslovaquia, y el primero de la República
Checa. En su día se opuso enérgicamente a la invasión de Checoslovaquia por mor
del “Pacto de Varsovia”, motivo por el cual se prohibieron sus obras, siendo
encarcelado en 1968 por la firma del “Manifiesto de las dos mil palabras”.
Fue perseguido tenazmente, siendo encarcelado muchas
veces por defender los Derechos Humanos, y por denunciar los problemas
económicos, sociales y políticos del comunismo, régimen que ocultaba y negaba
estos problemas, como siempre.
Dicho esto, en el mentado libro, y dentro del Capítuo
V I I I intitulado “Reflexiones sobre el
origen del odio”, páginas 107 a 121, nos dice Václav, en un discurso
pronunciado en Oslo el 29 de agosto de 1990, lo siguiente:
“Debemos
luchar enérgicamente contra cualquiera de los posibles gérmenes del odio
colectivo, no sólo por principio, sino también porque hay que hacer frente al
mal, por nuestro propio interés”.
En la página 109, se lee el siguiente párrafo:
“En
el subconsciente de los que odian domina la perversa sensación de que ellos son
los únicos auténticos portadores de la verdad absoluta, lo que les convierte en
superhombres o, incluso, en dioses. Por ello, sienten que merecen el total
reconocimiento del mundo, así como una condescendencia y lealtad plenas o una
obediencia ciega. Pretenden ser el centro del mundo, por lo que, al comprobar
que ni se les considera ni se les valora como tal, que incluso pasan
desapercibidos, cuando no son objeto de burla, se sienten permanentemente
frustrados e irritados”.
En la página 118, refiriéndose a los países europeos
dominados por la URSS, nos dice Václav Hevel:
“El
sistema totalitario que ha dominado durante largos años a la mayoría de estos
países se caracteriza, entre otras cosas, por la tendencia a igualar y
uniformizar todo, de manera que durante decenios oprimió con dureza cualquier
soberanía o, si quieren, cualquier otredad
de las naciones subyugadas. Desde la estructura de la administración central
hasta las estrellas en los tejados todo era igual, es decir, importado de la
Unión Soviética. No es de extrañar, por tanto, que en el momento en que estas
naciones se liberaron del sistema totalitario se dieran cuenta súbitamente, con
inusual claridad, de su diversidad mutua y, de repente, liberada”.
Y termina este capítulo con lo que se lee en las
páginas 120 y 121:
“Los
hindúes tiene una fábula sobre el pájaro mítico Bhérunda. Es un pájaro con un
cuerpo, pero con dos cuellos, dos cabezas y dos conciencias independientes. A
raíz de la continua convivencia, las dos cabezas empezaron a odiarse y
decidieron hacerse daño entre sí, por lo que empezaron a tragar piedras y
veneno. El resultado es evidente: el pájaro Bhérunda empieza a tener espasmos y
muere gimiendo en voz alta. Krishna, con su misericordia ilimitada, lo resucita
para que recuerde siempre a los hombres cuál es el final de cualquier odio.
También
nosotros, los que vivimos en las resurgidas democracias europeas, deberíamos
recordar esta fábula diariamente: si una de ellas se deja vencer por la
tentación de odiar a la otra, todos terminaremos como el pájaro Bhérunda”.
El que quiera entender, que entienda.
Y terminamos con una frase de Víctor Hugo: “Cuanto más pequeño es el corazón, más odio
alberga”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario