martes, 1 de enero de 2019

Los pirulís de La Habana



La izquierda radical, que ahora se agrupa bajo las siglas de Podemos y su complexo, tiene dos clases de clientes. A saber: la oportunista y la pedante. Ambas tienen un denominador común, procedente del marxismo: son “inasequibles al desaliento”.

La primera clientela, la oportunista, propia de cualquier situación política,  es la de “yo, socialista de toda la vida”, o “yo comunista de toda la vida”, es como las ratas que ya se sabe que abandonan el barco al mínimo síntoma de alarma.

La otra, la pedante que, como ya hemos dicho varias veces es también dogmática e intransigente, es la que exhibe los tópicos típicos porque es incapaz de exponer un asunto debidamente razonado, y si hacen esto, las falacias y los sofismas aparecerán por todas partes, aunque muchas veces lo hagan de forma subsumida y subliminal.

Conocemos gente que se autodefine de izquierdas, pero en su forma de ser, en su “modus vivendi” y en sus posesiones y pertenencias, son unos auténticos capitalistas de baja estofa y de un materialismo egoísta rayano en la grosería y el insulto. Es decir, ahora el ser de izquierdas parece que es cosa de “snob” y de inconsecuencia.

Por otra parte, la clientela pedante tiene cierta desventaja respecto a la oportunista: es fácilmente pastoreable y también fácilmente engañable. No hay más que ponerle delante de las narices cualquier cosa dulce que tenga sabor a “progre”, y ¡zas!, se lo comen como si de un pirulí de La Habana se tratase.



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