miércoles, 9 de enero de 2019

El pedante científico



Tal parece que la ciencia en general en estos momentos, en vez de dedicarse a lo suyo, es decir, a la investigación, se dedica a otros asuntos que no son propiamente científicos. Uno de estos asuntos es el de dogmatizar. Lo hemos visto no hace mucho en unas declaraciones de Stephen Hawkin, el físico cosmólogo, que gratuitamente afirmó que Dios no existe. Además, este señor, no ha inventado ni descubierto nada. Es un puro teórico. Los que han inventado y descubierto algo, como los Compton, Einstein, Lamaître, Penzias, Galileo, Copérnico y un larguísimo etc, sí eran creyentes. Hasta el mismo Darwin lo era, aunque esto se omita y se silencie.

La verdad es que no entendemos muy bien cómo el señor Hawking ha podido afirmar esto en su día, cuando hay miles de interrogantes sobre el Cosmos que aún no tienen respuesta. Además, según otro cosmólogo, sólo se conoce el cinco por ciento del Universo.

Muchos de estos científicos son unos auténticos pedantes que sólo valoran sus conocimientos con subjetividad, y se autodefinen como serios, responsables y con gran capacidad intelectual, a la vez que se consideran ingeniosos. 

En fin, los pedantes, aunque no se den cuenta, son rechazados por su falta de tacto y discreción. Siempre dan la nota discordante, ya que usan siempre un léxico inadecuado. El objeto de la pedantería  es el de afirmar y poner de manifiesto una pretendida superioridad sobre los demás.  Son seres fatuos y ostentosos, que tienen como meta la autocomplacencia y se encuentran muy satisfechos de sí mismos. Intentan explicar “científicamente” todo lo habido y por haber: desde la historia, pasando por el Comos, hasta el comportamiento humano

Para dar estas explicaciones “científicas”, emplea todo tipo de sofismas y falacias: desde el sofisma “ad populum”, pasando por el “ad verecundiam”, hasta el “ad ignorantiam”.

A pesar de que los hechos y la realidad no les dan la razón, por aquello de que “contra facta non valent argumenta” (“contra los hechos no tienen fuerza los argumentos”), siguen en sus trece.

Creen tener una visión privilegiada sobre el mundo, y presumen de tener razón, aunque no tengan la verdad. D. Quijote tenía su “razón”, la de un loco, cuando decía que eran gigantes. Sancho estaba en posesión de la verdad al decir que era molinos.

Ideológicamente suelen ser dogmáticos e inflexibles y pretenden imponer sus criterios y sus pensamientos.

Le gusta que les homenajeen y que le aplaudan.

No suelen darse cuenta los pedantes que, muchas veces, son como la hoja de laurel, que está metida en muchos guisos y después es lo primero que sobra. 



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