sábado, 5 de enero de 2019

La desastrosa economía española



El premio Nóbel en economía 2.008, Paul Krugman, dijo en su día que “la mayor amenaza de la eurozona no es Grecia, sino España”.

Por otra parte, el que fuera comisario europeo Joaquín Almunia, socialista él, también dijo en su día que “Grecia, Portugal y España tienen una permanente pérdida de competitividad”.

Fijémonos ahora en lo que decía otro premio Nóbel de economía de 1.992, Gary Becker. Para éste, hay dos factores que conforman el dinamismo permanente, más o menos sostenido de una economía: la estructura y configuración que sustenta dicha economía, y el tiempo y dinero que se invierten en la formación humana.

Si observamos la evolución de la economía española en estos últimos años, se llega a la conclusión de que es un verdadero desastre, desastre más o menos encubierto o enmascarado debido al empuje coyuntural de una determinada situación internacional. También hay que tener en cuenta que el desarrollo de las técnicas, así como el realizar las gestiones que en su momento deban hacerse, han sido muy superiores en el resto de Europa.

Nos viene a la memoria cuando en la antigua empresa pública deficitaria ENSIDESA, cuando estaba dando las últimas bocanadas, a alguien se le ocurrió poner en marcha el PMG, Plan de Mejora de la Gestión. Ridículo espantoso se hizo con esto.

Pero, volvamos a lo que nos ocupa. Un aspecto muy importante y que se tiene poco en cuenta es el de que las empresas no capitalizan. Los beneficios que se obtienen se reparten en “dividendos”, destinando muy poco dinero a la reinversión. Esto es justo lo contrario de lo que se hace en Europa.

Por otra parte, si los salarios crecen, lo hacen en forma desproporcionada en relación al crecimiento de la empresa. Este asunto no es de ahora. Ya viene de muy lejos.

Tampoco se tiene en cuenta lo que verdaderamente constituye un auténtico problema empresarial, cual es el de que muchas empresas que se ven ahogadas por suspensión de pagos, o que tienen cuantiosas pérdidas, o que incluso se declaren en quiebra, tienen que firmar convenios con subidas disparatadas. Para eso están los sindicatos, oiga.

Otro asunto muy significativo es el de que, en situaciones de crisis brutal, como la que estamos viviendo actualmente, los salarios suben por encima del IPC, sin importarle a nadie el aumento del paro.

Tampoco se tiene en cuenta, por muchos asesores que se tengan, que los factores de producción tienen y deben funcionar en mercados libres y abiertos, procurando evitar la situación de monopolio. Y decimos esto porque de nada valdrá tener trabajadores cualificados y capacitados, si en el mercado no hay competencia. Esto lo hemos visto palpablemente en la desaprendida e implosionada URSS.

Por otra parte, aquí hay demasiadas normas y reglamentos. Ya lo decía Romanones: que me quiten las leyes, pero que me den los reglamentos. Y no hablemos ya de “organismos”, casi todos de carácter político, que ocupan a miles y miles de personas creando un coste adicional prácticamente insoportable por mor de la burocracia.

Y si nos metemos en el área laboral, el asunto ya es poco menos que esperpéntico: convenios negociados y firmados bajo presión sindical. Ahí es nada.

En fin, si ante la gravísima situación por la que atravesamos no se dejan de un lado normas, actitudes y complejos, la paralización de nuestra economía será total. Al tiempo. Dios quiera que nos equivoquemos.



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