El premio Nóbel en economía
2.008, Paul Krugman, dijo en su día que “la
mayor amenaza de la eurozona no es Grecia, sino España”.
Por otra parte, el que fuera comisario
europeo Joaquín Almunia, socialista él, también dijo en su día que “Grecia, Portugal y España tienen una
permanente pérdida de competitividad”.
Fijémonos ahora en lo que
decía otro premio Nóbel de economía de 1.992, Gary Becker. Para éste, hay dos
factores que conforman el dinamismo permanente, más o menos sostenido de una economía:
la estructura y configuración que sustenta dicha economía, y el tiempo y dinero
que se invierten en la formación humana.
Si observamos la evolución de
la economía española en estos últimos años, se llega a la conclusión de que es
un verdadero desastre, desastre más o menos encubierto o enmascarado debido al
empuje coyuntural de una determinada situación internacional. También hay que
tener en cuenta que el desarrollo de las técnicas, así como el realizar las
gestiones que en su momento deban hacerse, han sido muy superiores en el resto
de Europa.
Nos viene a la memoria cuando
en la antigua empresa pública deficitaria ENSIDESA, cuando estaba dando las
últimas bocanadas, a alguien se le ocurrió poner en marcha el PMG, Plan de
Mejora de la Gestión. Ridículo
espantoso se hizo con esto.
Pero, volvamos a lo que nos
ocupa. Un aspecto muy importante y que se tiene poco en cuenta es el de que las
empresas no capitalizan. Los beneficios que se obtienen se reparten en
“dividendos”, destinando muy poco dinero a la reinversión. Esto es justo lo
contrario de lo que se hace en Europa.
Por otra parte, si los
salarios crecen, lo hacen en forma desproporcionada en relación al crecimiento
de la empresa. Este asunto no es de ahora. Ya viene de muy lejos.
Tampoco se tiene en cuenta lo
que verdaderamente constituye un auténtico problema empresarial, cual es el de
que muchas empresas que se ven ahogadas por suspensión de pagos, o que tienen
cuantiosas pérdidas, o que incluso se declaren en quiebra, tienen que firmar convenios
con subidas disparatadas. Para eso están los sindicatos, oiga.
Otro asunto muy significativo
es el de que, en situaciones de crisis brutal, como la que estamos viviendo
actualmente, los salarios suben por encima del IPC, sin importarle a nadie el aumento
del paro.
Tampoco se tiene en cuenta,
por muchos asesores que se tengan, que los factores de producción tienen y
deben funcionar en mercados libres y abiertos, procurando evitar la situación
de monopolio. Y decimos esto porque de nada valdrá tener trabajadores
cualificados y capacitados, si en el mercado no hay competencia. Esto lo hemos
visto palpablemente en la desaprendida e implosionada URSS.
Por otra parte, aquí hay
demasiadas normas y reglamentos. Ya lo decía Romanones: que me quiten las leyes,
pero que me den los reglamentos. Y no hablemos ya de “organismos”, casi todos
de carácter político, que ocupan a miles y miles de personas creando un coste
adicional prácticamente insoportable por mor de la burocracia.
Y si nos metemos en el área
laboral, el asunto ya es poco menos que esperpéntico: convenios negociados y
firmados bajo presión sindical. Ahí es nada.
En fin, si ante la gravísima
situación por la que atravesamos no se dejan de un lado normas, actitudes y
complejos, la paralización de nuestra economía será total. Al tiempo. Dios
quiera que nos equivoquemos.
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