miércoles, 13 de noviembre de 2024

La vigencia de una poesía “parlamentaria”


 A continuación publicamos una poesía de Fray Junípero Serra, sacerdote y evangelizador franciscano mallorquín, fundador de varias misiones, entre ellas las de Los Ángeles, San Francisco, San Diego y Sacramento de la California de los apaches de aquel entonces. Decir también que es el único español que tiene una estatua en el National Statuary Hall del Capitolio que, como ya saben, es donde reside el poder legislativo de los EE.UU. Fray Junípero nació en 1713 y murió en 1784.

 

Como verán, al final de la poesía habla del “Parlamento”. Algunos dicen que este hombre no sabía lo que era un parlamento. Nosotros opinamos que sí lo sabía, porque la Declaración de Independencia  de EE.UU. se produjo el 4 de julio de 1777, es decir, siete años antes de morir Fray Junípero, y que el Preámbulo de dicha Declaración está influido por un espíritu republicano.

La poesía es la siguiente:

 

“Déjame dormir, mamá
 
 Hijo mío, por favor,
 de tu blando lecho salta.
 Déjame dormir, mamá,
 que no hace ninguna falta.
 
 Hijo mío, por favor,
 levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá,
 que no hace falta ninguna.
 
 Hijo mío, por favor,
 que traigo el café con leche.
 Mamá, deja que en las sábanas
 un rato más aproveche.
 
 
 Hijo mío, por favor,
 que España entera se afana.
 ¡Que no! ¡Que no me levanto
 porque no me da la gana!
 
 Hijo mío, por favor,
 que el sol está ya en lo alto.
 Déjame dormir, mamá,
 no pasa nada si falto.
 
 Hijo mío, por favor,
 que es la hora del almuerzo.
 Déjame, que levantarme
 me supone mucho esfuerzo.
 
 Hijo mío, por favor,
 van a llamarte haragán.
 Déjame, mamá, que nunca
 me ha importado el qué dirán.

 Hijo mío, por favor,
 ¿y si tu jefe se enfada?
 Que no, mamá, déjame,
 que no me va pasar nada.
 
 Hijo mío, por favor,
 que ya has dormido en exceso.
 Déjame, mamá, que soy
 diputado del Congreso
 y si falto a las sesiones
 ni se advierte ni se nota.
 Solamente necesito
 acudir cuando se vota,
 que los diputados somos
 ovejitas de un rebaño
 para votar lo que digan
 y dormir en el escaño.
 En serio, mamita mía,
 yo no sé por qué te inquietas
 si por ser culiparlante
 cobro mi sueldo y mis dietas.
 Lo único que preciso,
 de verdad, mamá, no insistas,
 es conseguir otra vez
 que me pongan en las listas.
 Hacer la pelota al líder,
 ser sumiso, ser amable
 Y aplaudirle, por supuesto,
 cuando en la tribuna hable.
 Y es que ser parlamentario
 fatiga mucho y amuerma.
 Por eso estoy tan molido.
 ¡Déjame, mamá, que duerma!
 
 Bueno, te dejo, hijo mío.
 Perdóname, lo lamento.
 ¡Yo no sabía el estrés
 que produce el Parlamento!”
 
Como pueden ver, esta poesía casi 250 años después, aún sigue vigente ¿O no?



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