miércoles, 13 de noviembre de 2024

La vacuna


 

Ya saben que nos gusta recuperar las memorias “históricas” y “democráticas”. Vamos a ello.

En noviembre de 2020, en el “Ente” apareció la noticia de que ya se estaba “preparando toda la logística para recibir la vacuna”, manifestando el Doctor Sánchez que la vacuna podría estar lista tras el vencimiento del estado de alarma: “Podrá estar lista en seis meses”, dijo. Asimismo, llamó a la “disciplina colectiva” de los ciudadanos para “derrotar” al coronavirus, manifestando que su gobierno se ha propuesto conseguir una meta “ambiciosa” en los próximos seis meses: rebajar los contagios a 25 por cada cien mil habitantes en dos semanas.

La logística y la “disciplina colectiva” las tenían que haber preparado y aplicado este nefasto gobierno cuando en enero ya fue avisado por la OMS de lo que se avecinaba, no haciendo ni puñetero caso, permitiendo la manifestación del 8-M, que fue la chispa “coronavírica”.

En lo tocante a “podrá estar lista en seis meses”, la cita OMS advirtió que ninguna nación del mundo está preparada para guardar y almacenar la vacuna Pfizer, lo cual no fue óbice, ni valladar ni cortapisa, para que Salvador Illa Roca, ministro de Sanidad desde comienzos de aquel año, haya comentado que 20 millones de dosis estarían disponibles para vacunar a 10 millones de personas entre finales de aquel año 2020 y comienzos del próximo. Aquí sí que hay “disciplina colectiva”, oiga.

En cuanto a la parte médica del asunto, ¿saben estos “disciplinados” cuánto tiempo durará la protección de esta vacuna? ¿Saben si esta vacuna servirá para protegerse de la enfermedad, o para evitar las infecciones? ¿Saben, asimismo, si los grupos de infectados son asintomáticos y de casos leves, o si son personas con síntomas graves?

En fin, para eliminar el virus “coronavírico”, habría que vacunar a todos los habitantes de nuestro planeta: 7.000 millones en números redondos, es decir, 14.000 millones de dosis (dos per cápita). Claro que para algo está “la disciplina colectiva”: subida colectiva de sueldos de gobernantes y funcionarios, mientras que el “pueblo soberano” las sigue pasando canutas.



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