El liberalismo es una teoría, sistema o
ideología, como ustedes prefieran llamarlo, que ha sido, y es, ensalzado o
combatido.
Bien mirado, es un sistema que no
plantea ni favoritismos ni discriminaciones contra nadie por una razón muy
sencilla: el liberal no odia, como lo hace la teoría marxista, a los ricos,
entendiendo por tal a las personas que han adquirido sus bienes a base de
sacrificios y trabajo honrado, no teniendo la intención en ningún momento de
arrebatarles lo que han ganado.
Como ya hemos expuesto alguna vez en
este blog al hablar de algunos economistas, conviene recordar que, por ejemplo,
la Escuela Austríaca, también llamada Escuela de Viena, fundada por Carl Menger y continuada por Eugen von Böhm-Bawerk, Friedrich von Wieser, Ludvig Von Mises,
Friedrich A. Von Hayek y otros, no es partidaria de los impuestos especiales
para los ricos, pues el capital es el que verdaderamente crea puestos de
trabajo, bienestar y, consecuentemente, riqueza. Como decía Joseph Sobran, “quejarse de que la economía libre favorece
a los ricos, es como quejarse de que la libertad de expresión favorece a los
elocuentes”.
También dicen los seguidores de esta Escuela que, tanto la
supresión del intervencionismo estatal, así como promocionar y desarrollar la
libertad de comercio, serán beneficiosos para todos.
Mientras no se mire la realidad social y
política de una nación, amén de la económica, y se siga manipulando al “pueblo
soberano” con ideas, conceptos únicos y etiquetas contrarias a la libertad, no
habrá nada que hacer.
Y mientras se siga hablando de democracia
por individuos de ideología totalitaria, como estamos viendo actualmente,
tampoco habrá nada que hacer. Hablan mucho de “democracia”, pero de libertades
no dicen ni pío.
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