Así se intitula el libro de Víctor Manuel Arbeloa,
Ediciones Encuentro, S.A., Madrid 2.006, 383 páginas, incluido el índice
alfabético.
El autor fue profesor de la Pontificia de Salamanca y
uno de los promotores de la socialdemocracia en Navarra en los últimos años. En
1979 fue elegido, dentro de las listas del PSOE, primer Presidente del
Parlamento de Navarra. Ocupó varios puestos más dentro del PSOE, hasta 1.996,
en que siendo Presidente de la Comisión Gestora del PSN-PSOE, dimitió,
alejándose de toda actividad política. Esta pequeña reseña, y algo más, figura
en la contrasolapa del libro.
La dimisión nos la explica José Andrés-Gallego en la
Presentación, página 10:
“Pero,
en esos años de militancia política, sucedió algo principal que no podía sino remover las entrañas de un hombre de
bien. Me refiero a la continuación del terrorismo de ETA y al imperialismo
nacionalista vasco en relación con Navarra. Por ahí no pasó”.
La obra está documentadísima, cosa de la que carecen
muchos libros de “historieteros” que han escrito, y escriben, sobre la
persecución religiosa durante la II República española. Dichos “historieteros”,
como ya hemos dicho varias veces en este blog, escribieron verdaderas burradas
sobre este tema, tales como que la citada persecución había sido obra de
“incontrolados”, o que había sido fomentada por la oligarquía para
desestabilizar la República. Todo mentira y falsedad, como se ve en este libro.
Comienza el autor narrando, o más bien analizando, lo
ocurrido entre el 14 de abril de 1.931, fecha de la proclamación de la
República, y el primero de octubre.
En la Introducción, página 15, con el título de “El acatamiento de la República”,
aparece un escrito, dirigido a los obispos, de Federico Tedeschini, nuncio del
Vaticano en el que, siguiendo las órdenes dadas desde Roma, dice:
“De
parte del Eminentísimo Señor cardenal Secretario de Estado de Su Santidad, me
honro en comunicar a V.E. Rvma. ser
deseo de la Santa Sede que V.E. recomiende a los sacerdotes, a os religiosos y
a los fieles de su diócesis que respeten los poderes constituidos y obedezcan a
ellos para el mantenimiento del orden y para el bien común”.
Ni qué decir tiene que dicho escrito fue obedecido y
aceptado por todos los obispos, con excepción del de Segovia. A pesar de esta
aceptación, el gobierno republicano empezaría con su hostilidad hacia la
Iglesia católica.
“Nuestra
misión no es política, sino moral, religiosa y social, y siempre puede el
Gobierno de la República contar con nuestra colaboración y la del clero, aún a
costa de sacrificios, para la labor de armonía y pacificación de los espíritus
en bien de la Religión y de la Patria. Reciba nuestra enhorabuena y esté seguro
que nuestras plegarias no han de faltarle para que Dios ilumine y dé fuerzas al
nuevo Gobierno de España, al cual ruego a V.E. se sirva comunicar los
expresados sentimientos”
Como puede verse, primera mentira desmontada:
la de que en aquellos tiempos había movimientos eclesiásticos dedicados a
derribar la República recientemente constituida. Lo que sucedía era
precisamente todo lo contrario: la República quería destruir y derribar a la
Iglesia, pues los incendios y quemas de templos y conventos al mes de proclamarse
la citada República, así lo demostraron, lo mismo que quedó demostrado en la
revolución de octubre de 1934, sobre todo aquí en Asturias.
Este es otros de los muchos libros que los de
la internacional de la mentira, del odio y del terror no dicen ni pío.
¿Habrá comentado algo de esto Su Sanchidad
cuando visitó al Papa?
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